Alberto Palacios Lázaro

Alberto Palacios Lázaro


El sueldo de Zidane

09/09/2023

Suena el timbre. Ya sólo queda media jornada. Eso siempre es buena noticia, pero más en esta ocasión. Hoy, después del trabajo, vuelve a los entrenamientos. El invierno, que llegará, aún no se intuye por Soria. Hay que aprovechar este respiro pasado por agua. Los años van pesando, y cada vez le resulta más difícil compaginar el fútbol con las maratonianas jornadas en la fábrica. Con frío, resulta casi un castigo. Pero no se le pasa por la cabeza dejarlo. Y el fútbol, menos aún. Muchos le animan a que siga. «Es bueno hacer deporte», le dicen. Para él es mucho más, es terapia. Es su forma de callar esas voces internas que le piden su dosis de olor a césped recién cortado, a réflex recién aplicado, al pegamento de los esparadrapos, al cuero sintético de balones y botas. Necesita oír los tacos contra el mármol del vestuario. Ese sonido, para él, es el de la felicidad. También lo son las risas que ya calientan fuera, el seco sonido de un chut, la réplica, casi celestial, de un amortiguado guante de portero que desvía el balón. «Hacer deporte», pensará, irónico, mientras salte al campo con una sonrisa de córner a córner. Al trotar se notará oxidado. Parar en verano pasa factura. Comprobará que cada vez le cuesta más ponerse a tono. Los años no perdonan. Pero cómo alguien puede renunciar a aquello que lleva haciendo toda una vida, y por amor al arte. Porque juega en el mismo equipo que millones de españoles no elegidos, en el de aquellos a los que el fútbol les ha dado mucho pero les ha costado todo. Un dineral en equipaciones, gasolina, comidas, abonos. Estira sus Adidas, pero la extensa provincia de Soria exige desplazamientos largos, y no en autobús climatizado, precisamente. Parte del sueldo se le cuela por el depósito del coche. Algo que en casa le ha supuesto más de un problema y varias broncas. Pero no puede dejarlo porque no sabe dejarlo. Para afrontar la vuelta al cole de sus hijos, renunciará al coche durante un par de meses. Transporte público, hasta donde éste llegue, y «piernas para qué os quiero». Ocho horas en la fábrica, dos entrenando y caminata de vuelta a casa. Y sin rechistar. Sin amotinarse ni quejarse. Siempre se consuela pensando que Zidane sólo ha habido uno. «Qué le vamos a hacer». 
El descanso termina. Apura su almuerzo con las mariposas en el estómago por la vuelta a los entrenamientos. Mientras se recoloca el mono de trabajo y las protecciones, un compañero pone la tele de la sala. En las noticias, Yolanda Díaz: «No hay ninguna razón que justifique que los futbolistas cobren más que las futbolistas por el mero hecho de ser hombres. Esto vulnera el artículo 28 del Estatuto de los Trabajadores». Él, también hombre -y futbolista por las tardes-, se consuela. «Sueldo como el de Zidane sólo ha habido uno». Vuelve risueño a su puesto de trabajo porque, no sé si os lo he dicho, ¡hoy vuelve a los entrenamientos!