"Me gustaría participar en el Otoño Musical Soriano"

S.Ledesma
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Con el entusiasmo de quien conoce el terreno por el que avanza, el joven director de orquesta soriano profundiza en sus nueve años de trayectoria, una carrera de fondo en diferentes formaciones que en un futuro le ayudará a dar el salto profesional

"Me gustaría participar en el Otoño Musical Soriano"

Tiene 28 años y desde hace nueve le mueve la pasión por la dirección orquestal en la que ha desarrollado proyectos propios. Instalado en Países Bajos como director de orquesta, confía en seguir dando lo mejor de él y dar el salto a lo profesional en cuanto surja la ocasión. Hablamos con el soriano Alejandro Puerta Cantalapiedra de su trayectoria.

En su profesión, ¿la juventud abre o cierra puertas?

Digamos que el hecho de ser joven da más opciones de empezar a entrar, aunque no es que sea más fácil. Lo difícil es mantenerse y hacer buenas interpretaciones porque creo que cuanto más mayor eres mejor entiendes la música en general. Hay grandes directores de 60, 70 u 80 años que realmente entienden la música porque han vivido, y transmiten esa experiencia que los compositores han tratado de plasmar en las obras. Es verdad que la juventud te da un aporte de energía, pero yo creo que cuanto más mayor eres, cuanto más diriges, cuanto más sabes, mejor director eres, mejor artista en general. 

Es director principal de la Joven Orquesta de Utrecht ha sido asistente en la Ópera Nacional de Holanda, es fundador y titular de la Orquesta de la Universidad Politécnica de Madrid… ¿Considera esta trayectoria un reconocimiento al esfuerzo?

Creo que todo esfuerzo tiene su recompensa. Llevo dirigiendo ya nueve años. Estoy construyendo mi carrera poco a poco, paso a paso sin correr demasiado porque, lo que he dicho antes, las carreras de director son muy largas y cuanto más mayor eres creo que mejor diriges. 

He ido haciendo cosas, pero todavía no he estado realmente delante de una orquesta profesional. Son proyectos que he creado para entender un poco cómo es el mundo orquestal, el mundo de la música. Los directores muchas veces no sabemos todo lo que hay detrás. Tener a todos los músicos sentados y tocando no es por arte de magia: requiere mucho esfuerzo detrás.Para mí haber tenido la oportunidad de haber creado estas dos orquestas me ha dado también esa visión de entender cómo funciona este mundillo. 

Se aprende dirigiendo y estoy muy agradecido a todas estas orquestas que he ido teniendo, a toda esta gente que ha confiado en mí. Porque, al principio, cuando comencé no tenía ni idea de dirigir, y aún así ellos estuvieron delante, me ayudaron y confiaron en mí. Y gracias a ellos he ido cogiendo experiencia, he ido errando... La clave es saber cuándo fallas, por qué e intentar corregirlo para seguir mejorando. 

En algún momento llegará la oportunidad profesional...

Todo va llegando. Es una cuestión de paciencia, de hacer las cosas bien y de seguir esforzándote. En el mundo artístico, especialmente en la música, se nos dan muchos palos porque es un mundo muy competitivo, difícil, muy bonito, por supuesto, porque para mí la música es lo más bonito que hay, pero es complicado. Te tienes que ir curtiendo, encontrando a gente, ir confiando en ella y entendiéndola. 

Hasta ha dado una charla TED:La clásica no es clásica...

Fue en Valladolid, con formato TEDx, y son charlas TED que las mueven por todo el mundo. Belén Viloria, que es una máquina de persona y lleva organizando esto en Valladolid varios años, me invitó. Es una charla que resume lo que sentía y vivía en ese momento. Ahora mismo no la suscribiría porque no pienso lo mismo, pero en ese momento yo transmitía esto, que es verdad:que la clásica tiene que ser cercana. Eso estaba asociado a la primera orquesta que creé, la Joecom (Joven Orquesta de Estudiantes y Colegios Mayores), que buscaba romper con los moldes de la clásica para llegar a los estudiantes, para llegar a la gente joven. Para mí fue un gran paso esa charla TED, igual que la primera orquesta. De hecho, para mí el gran triunfo de esa orquesta es que sigue existiendo y dando conciertos con ese mismo concepto que transmitimos en la charla TED. 

¿Es importante empezar como director asistente para ir formándose?

Para mí es fundamental porque por una parte está la experiencia que vas adquiriendo dirigiendo y luego es muy importante observar y aprender. El hecho de ser director asistente es estar al pie del cañón, tener que estar preparado porque nunca sabes lo que te puede pasar, te puede tocar saltar a primera línea porque ese día el director no puede o está enfermo. 

Pero, sobre todo, es la tarea de estar ahí detrás, entender a los músicos, conocer a la orquesta y al director, servir un poco de conexión entre ellos y ayudar al director a que la orquesta suene mejor porque cuatro oídos escuchan mejor que dos. Formativamente es muy importante porque aprendes cómo funciona el mundo profesional. Es una tarea muy importante para los directores jóvenes antes de dar el salto al mundo profesional. 

¿En qué momento decidió que quería ser director de orquesta?

Estudié en el conservatorio de Soria el grado medio de piano. Mi profesora Miriam Alonso, con la que sigo en contacto, siempre me decía en clase de Cámara: «Alejandro, tú tienes que ser director de orquesta». Y yo no tenía ni idea de lo que era. Me fui a Madrid a estudiar Arquitectura y en segundo de carrera decidí montar una orquesta porque veía que el primer año no había tocado prácticamente nada el piano, con lo que me gustaba, el esfuerzo y horas que le había echado... Me di cuenta de que no había tenido una motivación para seguir tocando. Pensé que le pasaría a más gente: no tener un espacio para seguir tocando, compartiendo la música. Así que se me ocurrió crear una orquesta, pero se necesitaba un director. Me acordaba de lo que me decía mi profesora y pensé intentarlo. 

Al principio era un hobby y después empecé a sentirme más a gusto, cuando vi que funcionaba. Me cambió un concierto en el Auditorio Nacional: fui a ver La Pasión según San Mateo, de Bach. Y me acuerdo de salir del concierto y decir:«Esto es algo superior, yo me tengo que dedicar a esto como sea porque es otra cosa». Y es cuando di el paso. Terminé Arquitectura y después me puse con la dirección de orquesta. 

Ahí fue clave la figura de mis padres. Ellos habían hecho su esfuerzo con la carrera de Arquitectura y me siguieron apoyando. Me dijeron: «Alejandro, vemos que como director de orquesta tiras muy bien, inténtalo, haz el esfuerzo, que nosotros lo hacemos también. Vamos a intentarlo». 

La verdad es que desde ese momento soy feliz porque es levantarme cada mañana con ganas de hacer cosas, de estudiar, no me cuesta nada estudiar, al revés, me encanta ensayar, trabajar... Estoy feliz, es algo que me da la vida. Es una pasión. Se lo debo a mis padres, lo tengo clarísimo. Sin ese apoyo ahora mismo estaría probablemente en un estudio de Arquitectura, porque ya empecé a trabajar en uno, pero no estaría tan feliz. 

¿Qué recuerdos tiene de su formación en Soria?

Pues muy buenos, la verdad. Me acuerdo de llegar a Madrid y lo que más echaba de menos era el conservatorio porque es una familia y había muy buen ambiente en todos los sentidos: humano, de aprendizaje, los profesores maravillosos (Rubén, Óscar, de hecho sigo quedando y hablando con ellos). Son parte de mi formación y yo siempre soy muy agradecido con los profesores porque están ahí porque realmente quieren enseñar y nos ayudan a todos. 

Muy buenos recuerdos tanto del conservatorio como, por supuesto, del instituto y del colegio (estuve en el IES Castilla y en el colegio Numancia). Soria es donde me formé y desarrollé mis valores como persona, que hoy soy capaz de trasladar a la orquesta. Porque la figura del director es, aparte de música, también una figura humana y de valores. Y la verdad es que aprendí mucho. Me encontré con muy buena gente, profesores y compañeros. Estoy muy orgulloso de ser de Soria y de haber podido estudiar y estar allí. Me encanta ir, no te voy a decir que no [risas]. 

¿Le gustaría que le propusieran algún proyecto en Soria, como el Otoño Musical Soriano?

Sí. Eso es algo que me haría muchísima ilusión y estoy seguro de que llegará. José Manuel Aceña [director del festival] sabe muy bien, por los años de experiencia que tiene al frente, cómo, a quién y cuándo programar. Y yo todavía estoy terminando mi etapa de formación, por lo que una vez que esa oportunidad surja tengo que hacerlo muy bien y yo creo que tanto él como yo estamos esperando al momento adecuado. Es importante no precipitarse en este tipo de cosas y creo que eso José Manuel lo ha sabido leer muy bien. Siendo de Soria y dedicándome a ello, terminará saliendo, seguro, pero todo llegará a su debido tiempo.

Desde los ensayos al día del concierto, ¿cambia mucho sus planteamientos previos?

Es un proceso interesante, aunque depende también un poco de la orquesta y del repertorio. Siempre se empieza estudiando el repertorio. Tú tienes tus ideas, pero luego te encuentras con la orquesta, que tiene las suyas. Los ensayos son un intercambio de ideas y siempre se debe llegar a un acuerdo común. Como director tengo que liderar a todos y sumar las ideas de los 70 en una única idea. Cada día de ensayo vas sumando, metiéndote más a fondo en los detalles. En mi caso, me guardo algo siempre para el concierto porque es el momento en el que todos estamos más atentos, la música es donde realmente está viva, la gente está con ganas de tocar y es cuando puedo sacar adelante esos últimos retoques, puedes empezar a conectar estructuras... Para mí es el momento más especial: el momento del concierto, para el que te preparas.

¿Cómo es el después de un concierto tras ese éxtasis?

Suelo estar como bloqueado una o dos horas. Porque, además, suelo dirigir de memoria y me meto realmente en las obras y las hago parte de mí. Terminas de dirigir y estás como si dijeras en una nube, todavía pensando en la música, en qué ha pasado, en qué no ha pasado, recordando. Soy una persona muy crítica. Siempre hay que valorar el esfuerzo, pero siempre sé que hay cosas que mejorar. Lo primero es agradecer y estar con la orquesta, con los músicos, que son los que han sonado en el concierto. Creo que es importante tomarte una cerveza o ir a cenar con todos, con tu familia o con quien haya ido al concierto. Esa noche todavía me cuesta dormir porque aún tengo la adrenalina a tope. Y a la mañana siguiente abres la agenda y ves cuál es el siguiente concierto. A estudiar de nuevo. Es muy bonito este mundo porque nunca paras de estudiar ni de aprender, de estar y de vivir. 

Hablaba del público. ¿Siente al público? ¿Cómo se relaciona con él? 

Normalmente tengo al público a mi espalda. Es especial porque sí que lo siento. Además de dirigir intento transmitir al público, desde la orquesta todos juntos, el sentido de la música. Es clave meter al público dentro del sonido de la orquesta para que se sienta involucrado. En algunos conciertos explico la obra y en otros no. Pero sí intento entender al público y el contexto del concierto y, según eso, planteo un tipo de concierto u otro. Lo importante es la música: hacer buena música, que suene bien, que la gente se divierta y que al menos salga del concierto silbando una canción o diciendo que un momento le ha recordado a algo; crear momentos especiales es la clave de la orquesta. 

¿Tiene un concepto de lo que sería su orquesta ideal?

Una en la que los músicos se sientan como en casa, que estén a gusto. Que los músicos sientan que todos remamos en una misma dirección. Ésa sería la orquesta ideal. Y luego el nivel lo da practicar más o menos. 

¿Tiene algún compositor que le guste dirigir especialmente? 

Sí: Anton Bruckner. Es un compositor que me gusta mucho porque me recuerda mucho a Soria. Su música es como un órgano preexpandido dentro de las montañas de Austria y esos paisajes a los que te trasladan las sinfonías me recuerdan mucho a Soria, a los pinares, a la zona de montaña del Urbión, del Moncayo, a los pinares de mi pueblo, Cabrejas del Pinar, a toda esta zona que tenemos preciosa. Y la paz que siento en estos sitios la siento con este compositor. Son piezas muy largas, de hora y media, pero es una música que va continuamente evolucionando. Una muy buena música, muy tranquila y que me traslada a Soria. Le tengo un especial cariño. 

¿Le ha influido algún director? 

Para mí el mejor de siempre es Claudio Abbado. Ése es el gran director. Escuchar sus versiones y verle dirigir me parece de una elegancia..., sobre todo de una arquitectura, o sea, la conexión de sus piezas es realmente brutal. Luego hay muchos. Me impresionó muchísimo Andris Nelsons después de verle dirigir la 7ª Sinfonía de Bruckner con la Firlarmónica de Berlín. Me pareció espectacular, un directorazo. Ese sonido me ha influido muchísimo en los últimos meses. De hecho, esa sinfonía la voy a dirigir dentro de poco y tengo ese sonido en la cabeza, tengo claramente que es ese sonido. Pero, bueno, hay muchos directores muy buenos ahora mismo y, por supuesto, mis profesores también siempre son un ejemplo. Pero yo diría que Claudio Abbado es que el que me guía [risas]. 

Prefiere dirigir una sinfonía, una ópera, otro tipo de obra…

Prefiero dirigir una sinfonía, además, larga [risas]. Quizás me gusta por el hecho de ser arquitecto, me gusta mucho construir grandes estructuras sonoras porque es donde realmente me siento cómodo. La 3ª y la 9ª de Beethoven, las sinfonías de Bruckner, de Mahler que son siempre sinfonías largas. Por supuesto, siempre haces de todo. También me gusta la ópera. Depende un poco del momento, pero sí que realmente mi terreno son las sinfonías largas. 

¿Cómo ve la evolución de la composición de la música clásica actual? 

Falta crítica en general. Hay, sin duda, composiciones muy buenas y hay composiciones muy malas como las ha habido a lo largo de la historia. Para mí es muy importante mantener la música activa, seguir estrenando obras, y me encanta hacerlo siempre que tengo oportunidad. Pero hay que ser crítico y falta ese debate. Estamos en una sociedad de lo políticamente correcto y eso nos machaca, nos hace impersonales.