Luis Miguel de Dios

TRIGO LIMPIO

Luis Miguel de Dios

Escritor y periodista


Prudencia

29/06/2021

Es una de las palabras más repetidas, y oídas, estos días. Y quien dice prudencia podría decir sensatez, reflexión, tranquilidad, mesura y hasta empatía. Parece como si la llegada del verano y la no obligatoriedad de las mascarillas en el exterior hubieran producido una ola relajante destinada a sustituir la crispación, el vértigo y el miedo que nos han acompañado meses y meses. Pero, claro, una cosa son las llamadas y las recomendaciones y otra, muy distinta ella, que les hagamos caso. Una sociedad impaciente, altiva, prepotente, no se cambia de la noche a la mañana, sobre todo si abundan los que anteponen el individualismo feroz al sentido común e, incluso, a las leyes o normas que no le gustan. En famosa frase de Aznar, «¿y quién es usted para decirme los vinos que me puedo tomar?» Pues llévenla a la situación actual, especialmente si el personal acaba creyendo que la pandemia ha desaparecido, o casi. Solo falta que aparezca alguien con mando en plaza y se pregunte en voz alta: «¿Y quién es usted para decirme a mí, eh a mí, dónde tengo que llevar mascarilla, cuantos metros de separación y si puedo o no bailar en una discoteca y hacer botellón?».
Por eso no estorban, al contrario, las voces que reclaman prudencia y que nos advierten que estamos ganando batallas pero que la guerra continúa con rebrotes, nuevas oleadas y variantes más graves. Y haríamos muy mal en dividir esos avisos entre los que vienen de los «nuestros» y los que proceden de los «otros». A los primeros les hacemos caso. A los segundos los rechazamos y los criticamos como si la lucha contra la covid tuviera tintes ideológicos y la AstraZeneca o la Pfizer o la Moderna estuvieran politizadas o respondieran a intereses partidistas. Y ese es, a mi juicio, uno de los peligros que nos acechan y que no parecemos demasiado dispuestos a desvanecerlo. Por muchas llamadas a la prudencia y a la sensatez que se hagan seguimos anclados en el radicalismo, en el enfrentamiento entre bandos y en la voladura de puentes. Parece que se nos da mejor cavar trincheras que buscar soluciones juntos. ¡Y estamos en el siglo XXI!