Alberto Palacios Lázaro

Alberto Palacios Lázaro


Los consuegros

18/11/2023

«Ojalá se me hubiera caído la mano antes de votar», aseguró -furioso- ante la sede de Ferraz, el entrevistado de mi excompañero Rodrigo Villar. Se presentó como votante socialista «hasta ahora». «Nos ha mentido. Estoy muy indignado. Me ha decepcionado totalmente y no fallo ni un día en venir». El vídeo ha corrido como la pólvora, claro. Como periodista que vive y trabaja en Madrid, he tenido que ir a las protestas de Ferraz más de una tarde. He visto y he oído. Respondo preguntas. Todas las que quieran. Pero, ya les adelanto que sí, que hay 50 chalados que llegan sobre las 21:30 con ganas de liarla. Los de siempre, independientemente de la causa. También les aseguro que hay unas 5.000 personas diarias frente al búnker sanchista que lo más radical que han hecho ha sido saltar con el «socialista el que no bote». Amigos se han encontrado allí con familiares, con antiguos profesores universitarios y con alguna exnovia, por mucho que Ayuso diga que eso en Madrid no pasa. Éste es el plantel de perfiles ultras, ya ven. Y, entre ellos, muchos votantes socialistas que desean negarlo tres veces, dolidos, hartos y señalados dentro de El Partido. 
En dos semanas, Ferraz ha dado para mucho. Me marcó un matrimonio. Mayor. De los que llevan unos cuantos años jubilados. Firmes en la acera, sin meterse con nadie y con la mirada fija más allá del cordón de la UIP, puesta en la fachada de Ferraz. El hombre sujetaba un cartón: 'NUNCA MÁS' y el logo del PSOE tachado. «Si no empecé con ocho, empecé a trabajar con 10 años. Daba igual. Mandaba el hambre», comentó. «La artrosis en las manos me está matando. Pero todo ésto me duele más aún. Siempre he votado al PSOE. ¡Y yo que creía que me iba a morir sin arrepentirme de nada!». Varios compañeros nos miramos. Era EL testimonio, pero nadie iba a cometer la imprudencia de pedirle que lo repitiera mirando a cámara. Bastante tenía el pobre. Aunque no había terminado la cosa. La mujer también se arrancó. Ella no se reconocía votante socialista. «En mi trabajo, estaba en minoría. Jamás se ha podido discrepar. Me han hecho la vida imposible. Ahora, me gustaría volver por un día y preguntarles, ¡valientes!, por los violadores, por Bildu… Y por lo de la amnistía, que es indefendible. Se han vendido a la derecha más derechona, que es la nacionalista catalana. Los cromos que les faltaban, los de los golpistas corruptos». «Y el PSOE, callado. Eso es lo peor», interrumpió el marido. 21:25. «Nos vamos a ir ya. Pero por la edad. No tenemos ningún miedo, eh. Tenemos familia en la Policía Nacional, sabemos lo que está pasando con ellos. Pobres también, eh», lamentó la señora. «Están igual de vendidos que todos nosotros», terminó él. Antes de que se marcharan, les pregunté si podía usar esta conversación. «Para El Día de Soria». «¡Anda! nuestros consuegros tienen una casa allí», respondió orgullosa la mujer. «¡Un saludo, que lo leerán!». Ay, los ultras.