Laura Álvaro

Cariátide

Laura Álvaro

Profesora


Brecha digital de género

05/03/2023

Durante esta semana me ha surgido la oportunidad de reflexionar sobre la brecha digital de género. Es curioso cómo, al analizar ciertas realidades con una perspectiva más profunda y crítica, aparecen creencias que tenías por superadas pero que resurgen a la primera de cambio. Me explico.
En primer lugar, es interesante concretar lo que se considera brecha digital de género. El Instituto Nacional de Estadística la define como la diferencia del porcentaje de hombres y el porcentaje de mujeres en el uso de indicadores TIC (uso de Internet en los últimos tres meses, uso frecuente de Internet, compras por Internet) expresada en puntos porcentuales. Lejos de lo que algunas de esas creencias nos pudieran llevar a pensar, según la última encuesta de esta entidad, en los dos primeros parámetros no hay una diferencia significativa entre hombres y mujeres. No así en el último, siendo un 0,3 por ciento más alto para las mujeres. Y, ¿qué lectura podemos hacer de toda esta información?
Es importante comenzar con un reconocimiento para la equidad de oportunidades que garantiza la sociedad en la que vivimos. Al menos en comparación con otros contextos más desfavorables. Aunque, la realidad es que este uso equitativo de las TIC luego no queda patente en, por ejemplo, su proyección profesional: si echamos la vista atrás y revisamos algunos de los datos que se hicieron públicos el pasado 11 de febrero (Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia), según el Ranking CYD -que mide el rendimiento del sistema universitario español-, solo un 14% del alumnado matriculado en Ingeniería Informática son mujeres. 
Por otro lado, en lo referente al mayor porcentaje femenino en lo que a compras por Internet se refiere, lo cierto es que me es inevitable entenderlo como parte de la división por género de las tareas de cuidados: dado que somos nosotras las responsables del mantenimiento del hogar, este comercio electrónico forma parte de nuestras tareas cotidianas. 
Más allá de lo anteriormente señalado, y contradiciendo la lectura positiva inicial, el estudio Mujeres y digitalización: de las brechas a los algoritmos, que el Observatorio Nacional de Telecomunicaciones y Sociedad de la Información (ONTSI) en colaboración con el Instituto de la Mujer publicó en 2020, advierte que «los sesgos de género en el diseño y creación de tecnologías reproducen los sesgos existentes en nuestra sociedad». Esto se traduce en una escasa presencia femenina en esta fase, así como en la gobernanza vinculada con las TIC. Todo ello se traduce en una suerte de círculo vicioso, de manera que, al ser los varones los que crean los algoritmos, los deseos e intereses femeninos no son tenidos en cuenta, al igual que son pocos los referentes que nos representan, generando un desinterés que perpetúa estas brechas digitales. Este mismo estudio habla de una reproducción de los estereotipos tradicionales de género en cuanto a TIC se refiere en base a la socialización diferenciada presente en los entornos de educación formal y no formal, que son, si no el único, uno de los primeros canales por los que tenemos acceso a la tecnología. Así que en nuestra mano está, como agentes socializadores, darle la vuelta a esta realidad. Porque, como sucede con otros campos de estudio, la tecnología es un ámbito en el que tampoco nos podemos permitir dejar a nadie de lado.