José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Avanza la turismofobia

21/07/2023

Para no herir la sensibilidad de nadie, no repetiré aquel dicho que tiene por protagonista a 'la gata Flora', el que no lo conozca que pregunte por ahí. Pero viene al caso para comentar lo que está ocurriendo en este país y cómo no, también en Soria, al respecto de la percepción popular sobre el turismo y el incremento de visitantes en toda la geografía patria. En unos sitios más que en otros. Vivimos, según parece, en la esquizofrenia de desear que cuantos más vengan mejor, porque afecta y no poco a la economía nacional, pero nos sentimos molestos, cuando no damnificados, por las avalanchas que, en determinadas fechas, nos terminan exasperando. Sepan, queridos paisanos que lo de Soria es una minucia con lo que pasa en otras provincia, lo que ocurre es que aquí se nota también mucho porque somos cuatro gatos y con la llegada de turistas, veraneantes y gente de paso se nos desarma el principal argumento con el que los convocamos. Soria tranquila, pacífica, entrañable. Lugar para la reflexión y el sosiego y de noches frescas para disfrutarlas en una terracita o con un bucólico paseo por las orillas de un río. El que sea.
Habrán percibido que lo que hace atractiva Soria es precisamente lo que puede arruinar sus eslóganes, al menos en temporada alta. Si las campañas de atracción de turistas tienen éxito habrá que echar a la papelera aquello de 'Soria románica, remanso de paz'. Es obvio que el sector turístico tiene un peso enorme en nuestro país. Sus líderes están irrumpiendo en las elecciones con mensajes en los que exigen al próximo inquilino de la Moncloa que potencie este recurso para generar riqueza y empleo. Yo insisto en lo mismo. Hay un límite para todo y cada vez más gente viajamos hastiados a lugares masificados, pastoreados como ovejas y encima siendo conscientes de que es absurdo protestar porque somos parte del problema. O directamente somos el problema. Nos encanta llegar al casco viejo de un pueblo o ciudad y echarnos una caña y unas raciones al coleto en la plaza más encantadora de la localidad. Sólo cuando vamos a hacernos una foto en este escenario caemos en la cuenta de que no hay plaza. Es sólo un hueco tapizado de mesas y sillas y por supuesto con tantas sombrillas que apenas nos dejan intuir ese campanario o esa fachada románica que aparece en esos folletos que gentilmente nos han entregado en la oficina de turismo local. Den una vuelta por la capital y verán de qué les hablo. Por cierto, la Plaza de la Catedral de El Burgo de Osma se está librando por los pelos, pero ya avanzan las terrazas. Podemos matar a la gallina de los huevos de oro si una nueva crisis no nos pone antes contra las cuerdas.