Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Carta a Pedro Sánchez/Melchor, a Feijoo/Gaspar, a Abascal/Baltasar...

05/01/2024

Es casi un juego tradicional en las tertulias radiofónicas y televisivas en estas horas: el moderador pregunta a los tertulianos qué han pedido a los Reyes Magos, y los tertulianos nos ponemos estupendos y, en lugar de decir la verdad, que ya no creemos en nada que sea mágico, respondemos que la paz en Ucrania o el fin de las muertes en Gaza. O, ya en plan nacional, decimos que en la carta a SSMM hemos solicitado el acuerdo entre los dos grandes partidos para frenar el desmadre político, el regreso del sentido común a nuestros representantes, qué se yo. Es todos los años lo mismo: nuestras misivas al cercano Oriente deben acabar, me temo, en la papelera. Porque mejorar, lo que se dice mejorar, no mejoramos.
Y es que da igual: sabemos que tantas posibilidades existen de que los Magos de Oriente, que deben andar ocupados con asuntos mucho más graves y tristes en la zona estos días, complazcan nuestros deseos como de que hagan realidad cosas más perentorias, como que nos toque la lotería del Niño, ya que 'pinchamos' en la de Navidad. Escribir a los Reyes, cuando eres adulto y no apeteces un tren eléctrico ni una playStation, conduce a la melancolía. Vamos, lo mismo que firmar cartas abiertas colectivas a los políticos exigiendo la reforma de una ley agraviante, el fin de los nombramientos a dedo, la reforma electoral o que paren la tramitación de la amnistía, por poner ejemplos distintos y no tan distantes.
Así que tradicionalmente, tal día como hoy, en los que los cascos de las cabalgatas reales se escuchan sobre el asfalto, reitero el utópico y absurdo ejercicio de escribir una carta-columna al trío que tantas ilusiones nos hacía concebir cuando niños. Solo que ahora soy consciente de que puede que tengan en las alforjas oro, incienso y mirra, pero no quimeras como la paz en el mundo, que Putin se vuelva cuerdo o que a Trump no le dejen concurrir a las elecciones. Eso, los magos de Oriente no lo pueden lograr, de la misma manera que el Houdini -otra clase de mago- de La Moncloa y los otros dos, o tres, o cuatro, prestidigitadores de la política no van a poder, o más bien querer, atender otras peticiones que nos angustian mucho más que aquellas que enviábamos al trío que viajaba a Belén cuando éramos niños guiados por la estrella.
Lo malo es que los humanos, débiles como somos, necesitamos creer en magos que nos saquen de los atolladeros que, aquí y ahora, nos crean ellos mismos. Pero uno, desengañado, pasa muy mucho de acudir a las cabalgatas a ver si nos cae en la cabeza un caramelo lanzado por los pajes de SS.MM, o una prebenda, o algo. Eso sí, les envío esta carta-columna por si, allá donde diablos estén, la leen y perciben el desencanto de tantos adultos en tantas cosas y durante tanto tiempo: un día de estos, ni nuestros nietos creerán en los Magos, a este paso. Y, encima, se van acabando las vacaciones de Navidad, intolerable. Quién pudiera volver a aquella infancia con camellos y cáscaras de plátano, carajo.