Alberto Palacios Lázaro

Alberto Palacios Lázaro


San Ikea

20/04/2024

La tarde anterior, en la redacción, me dijeron que me llevara todo a casa porque al día siguiente nos habían convocado a las 9:00 en las Cortes de Castilla y León. «Vete directo». Me sorprendió. Como becario, pensaba que era obligatorio pasar siempre por el puesto de trabajo. Que tocaba estar puntual por si al jefe se le ocurría, justo ese día, pasar lista en alto. Fue de las primeras veces en las que sentí que la vida se siente diferente por momentos y fui consciente de la mella que deja el sistema educativo. Luego, no hay tantas normas, ni tantos protocolos. Los gimnasios y los supermercados están llenos a las 13:00 porque hay gente que entra a trabajar a las 15:00, a las 18:00 o a las 00:00. O no entra. Aquella madrugadora convocatoria en las Cortes era para anunciar la programación para el 23 de abril, día de la comunidad. «Aunque debería llamarse San Ikea, porque la gente usa el festivo para irse a los centros comerciales». Esto soltó el presidente de la Cámara. Sin sonrojarse. Quizá se anaranjó, pues pertenecía a Ciudadanos, algo de lo que sólo se acordarán los más viejos del lugar. Ikea. Nada de Isabel la Católica, Felipe II, El Cid, Alfonso VIII, Juan Ponce de León, Santa Teresa de Ávila, Jorge Manrique, Berruguete. Nada del Ribera del Duero, del lechazo, del cochinillo, de la morcilla, de la cecina, de los torreznos. Del gótico, del románico, de Numancia. Del Duero, del  Pisuerga y del Tormes. Ikea. Y sentí, por segunda vez, que a veces la vida se siente diferente. Como si el día estuviera siendo un ensayo, que no estás en directo, que se puede repetir. Que todo se puede parar. Como cuando miras por la ventana en una noche de verano. O la sensación durante la primera madrugada en una casa nueva. Librar un laborable. Pasear por la playa a oscuras. Que te pille el diluvio sin paraguas. La desconocida luz de casa cuando estabas malo y no podías ir al cole. El silencio dentro de un coche lleno que viaja a las tantas. Esas cosas…
El otro día, la primavera nos puso la muleta y nosotros embestimos. Conquistamos la tarde a golpe de mojito en un jardín que está en lo alto, que mira cara a cara al Parador, y desde donde vimos con qué elegancia atardece Soria. De pronto, varios móviles pitaron al unísono. Anunciaban la ofensiva de Irán. Leímos la notificación, asimilamos lo que suponía y guardamos el móvil. La música volvió a sonar. Alguien, que salía del jardín, preguntó que si faltaba algo. Otro, le pidió que sacara hielos, pues había una anécdota que se había quedado a medias. Ahí, entendí al Kafka de «Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar». La vida, de nuevo, se sentía diferente. Por fortuna, alivio y descanso. El martes también es el Día del Libro. Cuando salgan de Ikea, anímense a comprar uno y a hacer que la vida, al menos ese ratito, se sienta diferente.