Una precampaña plagada de trampas

Pilar Cernuda
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La guerra a muerte entre Podemos y Sumar está afectando a un PSOE en horas bajas que ve como sus opciones de futuro caen en picado

Una precampaña plagada de trampas - Foto: J.J.Guillen

Pocas precampañas más confusas que la que se vive estos días. Plagada de obstáculos, de trampas, debidas no solo a las acciones de los adversarios, sino a los fallos propios. El último, que las ministras Irene Montero y Yolanda Díaz -cuenta El Confidencial- cambiaron dos veces una ley el mismo día de enviarla al BOE y no se sabe cuál de los textos es el que está en vigor. Hasta ese punto existe descoordinación en el Consejo de Ministros, a lo que hay que añadir la guerra a muerte entre Podemos y Sumar, que es probable haya afectado a la situación insólita de que el Boletín Oficial del Estado publica dos versiones de una misma ley: la que envió a la imprenta la máxima dirigente de Sumar, y la que mandó la supuestamente dirigente máxima de Podemos en el Gobierno.

También en la calle Génova hay desconcierto por el hecho de que el Ejecutivo andaluz haya llevado a primer plano precisamente ahora el problema de los acuíferos de Doñana, había fórmulas para retrasar el debate unas semanas, al menos hasta que pasara el 28-M. Un PSOE andaluz al que no llega la camisa al cuerpo porque el tirón de Juanma Moreno puede favorecer a los candidatos municipales del PP, ha encontrado al fin un motivo para arremeter contra el presidente de la Junta. Moreno echa la vista atrás para poner el foco en la Junta socialista que dejó sin resolver el problema, pero tanto Juan Espadas en Andalucía como Pedro Sánchez en Moncloa se frotan las manos: repiten que cuentan con el apoyo de Bruselas, y arremeten contra la supuesta escasa sensibilidad de los populares hacia los problemas relacionados con la preservación de la naturaleza.

Estaba Sánchez muy necesitado de motivos para potenciar su figura y la de su partido. La pelea entre Podemos y Sumar está afectando seriamente al PSOE, mientras que en Podemos se han apuntado a la estrategia de ver siempre la parte positiva de las cosas, incluso cuando se ponen muy negras. Sin renunciar a una posible fusión con Sumar tras el 28-M, transmiten una casi idílica visión de futuro: es probable que Feijóo se convierta en presidente de Gobierno, y en ese caso Pedro Sánchez quedará muy tocado política y personalmente, sin más salida digna que conseguir un buen cargo internacional. Es entonces cuando a la izquierda del PSOE, y de nuevo con Pablo Iglesias al frente, Podemos se puede convertir en un partido a tener en cuenta. Aunque no disponga de excesivos escaños en el Congreso, desde una oposición demoledora contra el Gobierno del PP, en la que tendrían un papel las movilizaciones callejeras -azuzadas por Podemos, evidentemente- el partido de Iglesias, Belarra y Montero se convertiría en el auténtico referente de la izquierda frente a un PSOE perdedor que, tras el paso de Pedro Sánchez, quedaría en las raspas.

También en Sumar el triunfalismo está a la orden del día, mientras en el PP, Feijóo aprovechó la reunión del comité de dirección del último lunes para bajar los humos. Nada está ganado, y en las elecciones municipales y autonómicas la personalidad de muchos de los candidatos tiene más tirón que sus partidos. 

En esta precampaña en la que no hay partido sin problemas, es evidente que la convulsión se vive sobre todo en la izquierda y es Sánchez el que debe enfrentarse a situaciones más complicadas. Por cuestión de nervios, o porque es máxima su preocupación por el divorcio entre Podemos y Sumar -lo que aleja las perspectivas de mantenerse en la Moncloa si finalmente no llegan a un acuerdo- el presidente de Gobierno está tomando decisiones controvertidas.

Convención descafeinada

Una de esas decisiones que han causado mayor malestar dentro del PSOE es la convención de este fin de semana en Valencia, que Sánchez ha tenido que convertir en municipal, porque la mayoría de los barones regionales declinaron la invitación porque sus agendas se encontraban muy cargadas. Sánchez ha invitado a la alcaldesa de París Anne Hidalgo, pero no se sabe si ha sido una buena idea teniendo en cuenta que en las elecciones presidenciales no alcanzó ni el dos por ciento de los votos. No es una figura en alza, sino en absoluto declive.

Ha conseguido finalmente la aprobación de la Ley de la Vivienda, que para Sánchez y Podemos era fundamental, la más importante con la que completar la legislatura. Pero sale adelante gracias a Bildu y ERC, que no son los socios que más agraden a los votantes del PSOE, y que además se han convertido en dos partidos en estos momentos más próximos a Podemos que al sanchismo. De hecho Rufián y Aizpurúa negocian con Montero y Belarra, no con Patxi López y Bolaños. Y si salen adelante las modificaciones de la Ley del sí es sí que pretende llevar al Congreso Pedro Sánchez, tendrá que contar con la ayuda del PP, lo que irrita tanto al líder del PSOE.

La humillación de Ferrovial 

Sin embargo, en estos días electorales previos al inicio oficial de la campaña, es el caso Ferrovial el que más daño ha hecho al Gobierno. Pedro Sánchez y Nadia Calviño han sido derrotados por Rafael del Pino, humillados por el apoyo masivo de los accionistas a su presidente y a la propuesta de trasladar la sede social a los Países Bajos. Con el agravante de que la propia Agencia Tributaria no se mostraba conforme con las maniobras de Calviño para impedir el traslado, con amenazas incluidas, y además con informes legales que avalaban la operación de Ferrovial. 

Por otra parte, esas maniobras del Ejecutivo, que incluía la negativa del presidente de responder a las llamadas que le ha hecho del Pino durante más de 40 días, y mucho menos se ha negado a recibirle, abundaban en la idea que transmitían los directivos de Ferrovial para justificar su decisión: la inseguridad jurídica que viven en España las multinacionales que han expandido su negocio fuera de las fronteras.

A todo eso se suma que la política de alquileres que recoge la Ley de Vivienda ha tenido muy mal resultado en las ciudades en las que se ha aplicado, entre ellas Barcelona. Y Berlín, por poner un ejemplo extranjero, con efecto contrario al que se pretendía. Se suma también que continúa el goteo de condenados por abusos sexuales que han visto reducidas sus penas, casi 1.000, con más de un centenar de excarcelados, mientras Irene Montero se niega a apoyar las enmiendas que propone el Gobierno -o el ala socialista del Gabinete- para acabar con esa situación.

Pablo Iglesias ha comprendido, además, que su presencia debe ir más allá que dirigir una cadena minoritaria de televisión de la mano del controvertido Jaume Roures               -con el que las relaciones ya no son idílicas-, escribir en un diario digital o participar en una tertulia en la Cadena Ser con Carmen Calvo y García Margallo. Hay que estar al pie del cañón y es lo que hace en las últimas semanas. Todo un problema para Sánchez: no es lo mismo Podemos con Belarra y Montero al frente, que con Pablo Iglesias.

El presidente encuentra refugio en las relaciones internacionales. Porque le gusta encontrarse entre jefes de Estado y de Gobierno, donde se mueve bien... y porque sabe que en ese terreno, de momento, gana a Feijóo.