Editorial

Los tribunales evidencian el escaso vuelo político de los advenedizos

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Denuncia archivada sin que se haya instruido una sola diligencia contra el alcalde de Burgos, Daniel de la Rosa. Es el guión que podría replicarse como fin de todos los intentos del concejal no adscrito Julio Rodríguez Vigil de emponzoñar la vida municipal como respuesta a su expulsión del Ejecutivo capitalino por las denuncias internas respecto al supuesto trato de favor de un hostelero, una sombra muy viscosa porque implicaría la manipulación de expedientes para evitar que el señalado fuera sancionado por graves incumplimientos. En este caso ha sido por la adjudicación del contrato de basuras, expediente que ha sido revisado en varias instancias y tribunales (la Audiencia Provincial, El Tribunal Superior de Justicia y el Tarcyl) con el mismo resultado: fue una decisión administrativa que cumplió con todas las garantías.

Más allá del resultado de la denuncia, a todas luces predecible, procede entrar en las derivadas de un caso que suena recurrente y que debe servir para poner de manifiesto que hay males que están causando un profundo daño a la imagen de la política y de los políticos, lo que a su vez provoca el alejamiento de los más capaces de una actividad que es tan necesaria como escasamente atractiva para quienes no hacen de ella su sustento. El primero es el peligro de los advenedizos y de los adanistas. Ciudadanos, que hizo concejal a Rodríguez Vigil, ha tenido una vida tan efervescente como inoperativa. Llegó criticando la incapacidad de la 'vieja política' y ha acabado sublimando ese mal, salvo para incorporar a sus listas -y, a cuenta de la moda electoral de turno, a las administraciones- a personas que han evidenciado la más absoluta incapacidad para gestionar lo público, además de degradar la imagen de las instituciones.

No es menor el concurso del resto de la Corporación, o de una parte muy señalada de la misma. Hacer oposición no solo es legítimo, es necesario. Retorcer la verdad (jamás se ha instruido diligencia alguna contra De la Rosa, pero se hizo todo lo posible por lograr que se dijera lo contrario) para erosionar el honor de un rival político con acusaciones tan graves como las de corrupción es, además de inútil, un camino de minas que estallan ahora en los brazos que arroparon con fuerza al edil no adscrito sin más ánimo que el de laminar al Gobierno local. Y no es menor el ejercicio de reflexión que deben hacer quienes, invocando el ejercicio de un periodismo cuyos cimientos más básicos dinamitaron con su actuación al comprar una versión adulterada de los hechos con tal de proyectar un titular viral, quisieron hacer creer que De la Rosa estaba siendo investigado por corrupción. Cabe colegir que pondrán ahora el mismo esfuerzo en la verdad.