José Luis Bravo

SOPA DE GUINDILLAS

José Luis Bravo

Periodista


Identidad disociativa

05/11/2023

Tengo un buen amigo psiquiatra al que, en cuanto tenga ocasión, le pediré que me diga cómo se llama la patología esa que consiste en tener opiniones tan volátiles que son intercambiables según te dé el aire. Quizá sea la 'identidad disociativa' a lo que me refiero. A ver si me explico. Como todos los años, desde hace no sé cuántos, nos entregamos con entusiasmo a celebrar una fiesta ajena que llamamos 'Jalogüin', aunque se escribe Halloween. El 90 por ciento de los que se unen a ella, ataviados con cualquier cosa que aspire a infundir terror, no tienen ni remota idea de dónde viene el invento, pero disfrutan con su atavío de Drácula, zombi o lo que sea. Cuanto más espantoso mejor. Para que la fiesta cuaje y se convierta en un hito más de nuestras vernáculas tradiciones, hasta los colegios animan el festejo y los chavalines desfilan por ahí con un cestillo, puerta a puerta, planteando una boba pregunta; ¿truco o trato? Lo curioso es que nadie la responde. Seguro que si alguien les dice 'trato', se quedan perplejos sin saber qué hacer salvo esperar a que les den algunos caramelos o monedas.
El caso es que, los sorianos, estamos embarcados en la consolidación de nuestra Fiesta de las Ánimas que cada vez tiene más empuje pero no se impone, por más que nos duela, a importada de los países anglosajones y especialmente de los Estados Unidos. Alguno dirá que también es un invento cimentado en la leyenda de un poeta romántico, Gustavo Adolfo Bécquer. Y es verdad, pero no olvidemos que cuando éste nació, USA no había cumplido los cincuenta. El caso es que, antes de que concluyan ustedes que lo mío es una fobia anti yankee patológica, vuelvo a las primeras líneas, a la identidad disociativa a la que aludía y que nos pone frente a la evidencia de que ahora, como siempre, las potencias globales imponen, además de su poder político y militar, su cultura y costumbres. Los españoles lo hicimos, los franceses también, pero nadie padeció, creo, la esquizofrenia de defender lo suyo, como lo auténtico de su tierra mientras se echaba en brazos de lo que llega del otro lado del Atlántico. Quizá el ejemplo más claro es el de vascos, catalanes, gallegos… y los que aseguran que disponen de una lengua propia, que repudian el castellano por considerarlo opresivo, pero llenan su vida diaria, sus camisetas, gorras y expresiones varias con vocablos en inglés sin que nadie les reproche que están ignorando su idioma vernáculo.
Las redes y la globalización van de la mano para que se homogeneicen las palabras, las costumbres y hasta las indumentarias. Resístanse si les place, pero sean coherentes o saldrán de la sartén para caer en las ascuas.

ARCHIVADO EN: Halloween, Estados Unidos