Iván Juarez

CARTA DEL DIRECTOR

Iván Juarez


Más que fútbol

18/07/2020

Sin vivir pegado a la línea de cal, he de reconocer que el fútbol ha dibujado parte de mi hoja de ruta vital, como complemento a todo lo demás, con momentos de los que  guardas en la retina y en la memoria, con sus alegrías y frustraciones. Instantes memorables solo comparables a un concierto de Dylan al piano parapetado con su armónica, con la música como principal exponente y sin buscar la complicidad del público ni al llegar ni al marcharse. Pocos recuerdos tan perdurables como el olor a hierba recién cortada o el barro de los tacos al túnel de vestuarios; la avalancha de aficionados del City en mi época mancuniana cada tarde de partido Maine Road; mi primera vez en el ‘Teatro de los Sueños’ en un United-Charlton en el ocaso de la carrera del granTeddy Sheringham; el choque de Champion entre Newcastle y Barça rodeado de hinchas ingleses en las gradas de St. Jame’s Park con Radomir Antic en el banquillo culé y Alan Shearer todavía en el césped; el derbi limeño en el Estado Nacional de Lima entre Sporting Cristal y Universitario donde descubrí la intensidad de las ‘barras bravas’ latinas; también las fases de ascenso a Segunda B de la Arandina, las gestas del Mirandés micrófono en mano, el gol de Barbarin, o las malditas rayas del plus codificado cuando echaba a rodar balón en el último partido de la jornada... Por todos estos instantes y muchos otros que  quedan para mejor momento no es difícil sentir empatía con el momento que atraviesa el Numancia y su entregada hinchada.
Confluyen en el deporte rey esas señas de identidad, pertenencia, rasgos que nos hacen humanos pero que también unen y cosen a un territorio. Visto el fútbol, en ocasiones, como el opio del pueblo, desconocen o no quieren ver sus detractores que estas bajas pasiones, mundanas, conviven sin ningún complejo con el amor por las artes, la cultura de cada aficionado. Y por supuesto, desconocen que el desprecio a que 22 jugadores diriman sus diferencias en un rectángulo de juego no te hace Premio Nobel de nada. 
Lo que sí tiene el deporte y el fútbol en particular es una carga sentimental que trasciende, una identificación con unos colores y una tierra.De ahí que, a medida que los argumentos futbolísticos se han ido acabando, el propio entrenador del Numancia ha aludido en sus ruedas de prensa a lo emocional, pidiendo a sus jugadores entrega, lucha, dejarse la vida... metáforas de lo bélico trasladadas a algo que es mucho más que un deporte. Porque el Numancia se juega mucho, pero más se juega Soria. Sin que viva la provincia colgada exclusivamente de los beneficios del balón, un descenso es un golpe a la autoestima de un territorio necesitado de alegrías. Eso en lo que se refiere a las cualidades intangibles derivadas del deporte. En lo económico, el impacto de un hipotético descenso sería enorme tal como destacan empresarios y hosteleros beneficiados principalmente por el movimiento de aficionados foráneos  que dejan sus cuartos en cada desplazamiento que es un cebo para visitas futuras. Por otra parte, la proyección mediática de Soria, de Numancia, a través de su equipo de fútbol, sin entrar en entelequias de la mercadotecnia actual que tiene en el punto de mira a mercados asiáticos mientras menosprecia al aficionado de grada, es extraordinaria.
Toca más que nunca enfundarse la elástica rojilla, como han hecho los que se han asomado a nuestra portada, arrimar el hombro y en el peor de los casos redoblar la apuesta. Porque de la Segunda B también se sale, como han hecho otros, con aficiones que saben estar a las duras y a las maduras.