No es una suerte, es una recompensa

Belén Antón
-

En la renta Los alcaldes de la comarca aunarán fuerzas para tratar de lograr que las suertes de pinos que perciben los vecinos dejen de tributar en el IRPF

La comarca soriana de Pinares (junto con la parte burgalesa) forma la masa forestal de pino albar más extensa de Europa. Es un monte forjado con una identidad propia, cargado de valores y tradiciones y cuyo cuidado lleno de mimo por parte de los vecinos de sus pueblos se ha transmitido de generación en generación. La gestión de esta gran masa forestal, a través de los siglos, se ha basado y se basa en los principios de racionalidad en el uso del pinar, la escasa incidencia de los incendios forestales, la importancia de la industria maderera y la conservación, gestión y aprovechamiento ordenado de todos los recursos naturales de la zona, cuestiones con las que los ayuntamientos y los vecinos de la comarca se sienten identificados. La amplitud y calidad de estos bosques convierten a la comarca de Pinares en un gran pulmón natural de captura de CO2 y producción de oxígeno, pero por ello no recibe ningún tipo de compensación económica, a pesar de que está recogido en algunas directivas y protocolos. Los que sí reciben una aportación económica anual, que se denomina suerte de pinos, son los vecinos de estos pueblos, pero no todos, solo aquellos con derechos a aprovechamientos y que cumplen una serie de requisitos. Un privilegio que poseen desde hace 800 años y que les fue concedido por los reyes desde el siglo XIII por poblar esta zona. 
Esa suerte que recibe cada vecino al año procede de la venta de la madera de los montes de sus pueblos, y en la actualidad oscila entre los 100 y 600 euros, según localidades, pero esas cifras, en los años buenos de la venta de madera, en la década de los cincuenta, sesenta o setenta, era mucho más elevada. La crisis ha afectado al sector y ha obligado a bajar su precio de venta. «Covaleda es uno de los pueblos que más dinero repartía de aprovechamientos. Se dice que en los años sesenta con lo que se cobraba de la suerte de pinos te podías hacer una casa de piedra», comenta el regidor de Covaleda, José Antonio de Miguel, que confiesa que él es el primer alcalde de la localidad que no tiene derecho a suerte porque no desciende directamente de la localidad (este derecho se hereda de los abuelos), a pesar de vivir en ella desde hace décadas. 
Este dinero que los vecinos recibían en forma de privilegio estaba exento de gravámenes hasta hace unos años, pero a partir del 2009, con la aprobación de una ley, los habitantes de la comarca que lo perciben tienen que tributarlo en el IRPF. De Miguel ha manifestado públicamente que se encuentran a la espera de que se constituya el Gobierno de la nación para dirigirse a quien corresponda y solicitar que ese dinero procedente de la suerte de los pinos no se cotice. «La idea sería poder hacer un frente común entre todos los pueblos y pedir que ese dinero esté exento de declaración», señala. 
Esta petición no es ningún capricho, ni tampoco querer ir en contra de la ley tributaria, lo considera una medida «justa», ya que esta zona es un «ejemplo» de conservación de los montes gracias, y en gran medida, a estas suertes de pinos. «No es casualidad que los montes se encuentren así, su estado es porque ha habido un cuidado y un respeto durante generaciones. Los vecinos durante décadas han desarrollado una gestión sostenible y correcta, una gran labor que hay que compensar, pero se hace lo contrario, penalizar, obligarles a cotizar la aportación que reciben por este trabajo desinteresado, porque para los vecinos  el pinar es muy importante, lo sienten como propio y lo cuidan. La suerte es  consecuencia de su conservación», afirma el alcalde de Covaleda. 
José Antonio de Miguel también critica la política medioambiental de la Junta. «Invierte cada año mucho dinero en las zonas que han sufrido incendios, pero en cambio no se compensa a esta comarca por gestionar bien el monte, ser un sumidero de CO2 y producir oxígeno. Por lo tanto, si no hay ayudas de la administración, es difícil que se pueda seguir invirtiendo en el monte», añade. 
 
invertir en el monte. Varios alcaldes de la zona apoyan la postura del regidor de Covaleda. Fidel Soria, alcalde de Cabrejas del Pinar, señala que no sabe hasta que punto hay que pagar ese IRPF. «La madera es un producto nuestro. Además de no cotizar las suertes, creo que nos deberían dar una aportación por la labor medioambiental de nuestros bosques, por su producción de oxígeno. Ese dinero vendría bien para invertir en los pueblos o en los montes, en los que no hay incendios desde hace muchos años por ese cuidado de los vecinos. Aquí, los propios vecinos somos los guardianes de nuestro propio monte», señala el alcalde, en relación a esa vinculación tan directo de los habitantes con el monte. 
Desde el Ayuntamiento de Abejar señalan que las administraciones no valoran la labor medioambiental de los montes de Pinares. «Al revés, se nos penaliza por ello. A la zona la deberían de dar una tasa o una ayuda por la producción de oxígeno. Los vecinos tienen una gran conciencia ambiental, cada uno es un guarda forestal que cuida y vela por el monte, y eso habría que tenerlo en cuenta»,  afirman. 
Guillermo Abad, alcalde de Salduero, cree que el cuidado que los habitantes da la zona tienen con el monte se debería de recompensar. «Es una labor que habría que reconocer, y que podría ser en forma de ayuda que repercuta en el monte», comenta. 
Y de la misma forma, Alberto Abad, alcalde de Duruelo de la Sierra, más que pedir esa exención a la hora de declarar, cree que habría que aunar fuerzas en solicitar una recompensa por la labor que se desarrolla. «Nos tendrían que pagar por la cantidad de oxígeno que estamos suministrando y por no contaminar. Además, esa labor de conservación habría que reconocerla de alguna manera», señala el regidor de Duruelo, que recuerda que si hace años se concedió ese privilegio para poblar la zona es porque era duro vivir en ella. «Los montes hay que cuidarlos y atenderlos, y si no hay recompensa por el trabajo realizado, la zona tiende a desaparecer. Desde hace años las administraciones invierten menos en los montes. En la actualidad, los bosques de Pinares tienen mucho más riesgo de sufrir un incendio que hace diez años, ya que se realizan menos limpias y trabajos en él», comenta. 
Según el alcalde de Navaleno, Paulino Herrero, algunos vecinos  han renunciado a recibir la suerte de pinos porque a la hora de hacer la declaración les salía a pagar más que lo que iban a percibir por ella. «Nuestros bosques aportan un beneficio a la nación tremendo, generan energía, agua, paisaje, ocio y son un sumidero de CO2, y por eso no se compensa nada. ¿Por qué no nos dan lo que nos corresponde por ser sumidero? Aquí falta de venir dinero que va a otros sitios, tampoco recibimos nada de la PAC, se va todo a Agricultura», señala el regidor de Navaleno, que recalca que los vecinos han tenido que ver con el monte todo. «Si tenemos estos bosques es porque se han cuidado y se ha dependido de ellos al 100%».