El olor del marketing

J. Villahizán (SPC)
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Las marcas construyen sus propias firmas olfativas para intentar atraer y fidelizar al cliente a través de emociones relacionadas con el lujo, la calidez, la frescura, la seguridad o la juventud

El olor del marketing

El ser humano tan solo recuerda el cinco por ciento de lo que ve, el dos por ciento de lo que oye y el uno por ciento de lo que toca, pero es capaz de rememorar hasta un 35 por ciento de lo que huele. Parece increíble, pero todos los estudios realizados hasta la fecha así lo demuestran sin ningún tipo de resquicio de duda.

En consecuencia, todo el mundo es capaz de recordar el olor de las palomitas, de un coche nuevo o de un libro recién estrenado, pero también la esencia de una tienda o el perfume de una prenda. 

Precisamente por eso, uno de los desafíos de las marcas es crear una imagen de olor propia y proporcionar un nuevo elemento oloroso que sea recordado por los clientes con el objetivo de intentar incrementar las ventas. Lo que técnicamente se llama neuromarketing.

Incluso, hay determinadas investigaciones que aseguran que la influencia de una fuente olerosa propia en una marca puede incrementar las transacciones hasta un 30 por ciento, como sucede en el sector de la panadería y bollería.

El marketing olfativo o sensory branding en inglés está orientado a la creación de emociones olfativas para atraer y fidelizar a los clientes, porque aseguran que todo empieza por el olfato. Además, esos olores y perfumes permiten a las firmas crear experiencias únicas y una identidad diferenciadora en la relación marca y cliente, creando en el usuario asociaciones connotativas relacionadas con el lujo, la calidez, el conford, la frescura, la juventud, etcetera. Es decir, aquello que la marca quiere y desea transmitir.

Así, desde el primer momento que una compañía pone en marcha su firma olfativa está creando una experiencia en su público y solo necesita un instante de olor para conectar con él a nivel emocional.

Es sencillo, y así lo demuestran numerosos estudios de neuromarketing, que revelan que clasificar los perfumes y aromas según cómo afecten al comportamiento del consumidor es asombrosamente útil para que las marcas establezcan sus respectivas estratégicas de venta.

Asimismo, las compañías son conocedoras de que el ser humano recuerda una de cada tres fragancias que percibe y retiene hasta 10.000 olores diferentes en su memoria a lo largo de toda la vida -frente a los 200 colores que puede discriminar-, lo que supone un aval determinante para lograr y conseguir fidelizar a un cliente.

Además, los olores pueden generar una multitud de sensaciones relacionados con un sinfín de sentimientos, entre los que se encuentran el relax, la felicidad y la calidez, pero también sus opuestos, el estrés, el miedo o la frialdad.

El impulso de adquisición

El marketing olfativo busca tres reacciones imprescindibles en el consumidor. Por un lado, fidelizar al cliente, pero también que el usuario visite el establecimiento más veces y permanezca el tiempo suficiente, y por último y el más importante que compre. 

El proceso de elaboración de la esencia es muy dispar dependiendo del tipo de negocio y va más allá de la típica fragancia ya eleborada de tipo floral, cítrica o amaderada. 

Los aromas suelen dividirse en relajantes, energizantes o sensuales y, en general, las compañías suelen buscar fragancias que despierten en el consumidor sentimientos cálidos y agradables. Sin embargo, muchas veces, esas notas se entremezclan con algún tipo de toque novedoso para ofrecer más personalidad a la marca.

En este sentido, las esencias más utilizadas son los olores a chocolate, vainilla, limón o tomate. Así, según distintos estudios un bálsamo de vainilla en una tienda de productos femeninos puede llegar a duplicar las ventas y una fragancia de jazmín favorece la concentración.

Otro ejemplo es el que se realizó en estaciones de servicio, que comprobaron que un perfume con olor a chicle lograba incrementar las ventas en esa zona.

No cabe duda que las marcas saben que el olfato es un sentido más potente que la vista o el oído a la hora de despertar emociones y sentimientos en el consumidor y que este canal es esencial para que el usuario identifique compañías, productos y finalmente... compre.

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