En efecto, se han cumplido la expectativas: Salvador Illa, el candidato del PSC ha ganado las elecciones, pero no se sabe quién puede gobernar en Cataluña tras los resultados de las elecciones autonómicas del domingo, en las que todos los partidos han ganado excepto ERC, que es el gran derrotado y a su vez la llave de la gobernabilidad catalana. Pero la resolución del tetris en que se ha convertido el Parlament catalán tardará en llegar. El PSC no cometerá el error de las prisas en el que incurrió el PP tras las elecciones autonómicas, y no moverá ficha hasta después de las elecciones europeas.
Entretanto el independentismo, que ha perdido la mayoría social y la política por primera vez en décadas necesitará tiempo para asumir la nueva situación, darse una explicación a la desidia de sus votantes o a su cambio de rumbo y decidir cómo quiere gestionar el futuro, si mediante la confrontación directa con el Gobierno de la nación, dar un paso atrás para coger impulso, o provocar la repetición de las elecciones.
La dimisión del todavía presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, es el primer tsunami de las elecciones y no será el último, pendientes de que el líder de Junts, Carles Puigdemont cumpla su palabra de abandonar la política si no logra ocupar el Palau de la Generalitat. ERC mantiene su disposición de pasar a la oposición, lo que de no ser una posición reversible haría imposible la formación de un tripartito con el PSC y los comunes. Puigdemont dijo que no forzaría la repetición electoral al tiempo que hablaba de orientación catalanista a pesar de que los números no le salen sin la abstención del PSC y entra en juego el chantaje a Pedro Sánchez. Illa incluso está dispuesto a explorar un gobierno en solitario. Pero todo está por decidir.
El escenario de una repetición electoral supondría que el independentismo no ha entendido nada de lo que ha ocurrido y que el mismo ha provocado. O puede que lo haya entendido muy bien. Los indultos primero, la nonnata ley de amnistía y el apaciguamiento ha servido para calmar los ánimos en Cataluña, desincentivar el independentismo, acabar con el 'procés' y con la posibilidad de iniciar un nuevo intento soberanista.
La repetición electoral no suele cambiar mucho los resultados de las elecciones primigenias, a no ser que, a la vista de los resultados del pasado domingo, los 'indepes' decidieran formar una candidatura única para reactivar a los abstencionistas de su cuerda y recuperar la mayoría de votos y escaños. Pero los votantes suelen castigar a quien les obliga a volver a las urnas, y a tenor de los datos de participación en las últimas elecciones parece que ni los propios catalanes están más interesados en la gestión de los problemas diarios que en las cuestiones identitarias,
Puigdemont está decidido a ser investido presidente con el apoyo de todos los partidos independentistas para lo que necesita la abstención del PSC. Si eso ocurriera sería un suicidio político del socialismo catalán, como lo fue una maniobra parecida en el socialismo navarro de la que tardó años en recuperarse.
Si Cataluña entra en modo pausa hasta después de las europeas, el mismo estado afecta a Pedro Sánchez porque el juego de mayorías catalanas se reflejará en la estabilidad parlamentaria.