Mujer con un 'mal copiloto', perfil soriano con amaxofobia

S.L.O.
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El miedo a conducir afecta a tres de cada diez personas

Mujer con un 'mal copiloto', perfil soriano con amaxofobia - Foto: Eugenio Gutiérrez Martínez

Cuando María (nombre ficticio) se puso al volante después de «unos ocho años» sin conducir no podía creérselo. «Tuve una sensación extraña, como de iniciar algo totalmente nuevo. Había olvidado todo. O por lo menos, eso pensaba yo. No sabía ni dónde poner los pies», recuerda. Había dejado de conducir «después de tener un accidente con un camión;me pegó un toque y me quedé en mitad de la carretera, en el carril contrario, de cara al resto de coches. Es una imagen que todavía me impacta, aunque he conseguido que ya no me afecte tanto para poder conducir». Esta soriana residente en otra provincia recuperó la confianza para ir al volante después de «cambiar a un trabajo mejor en el que necesitaba el coche». «Fui a la autoescuela, les expliqué la situación y la comprendieron perfectamente. Me ayudaron a poder volver a conducir con normalidad. Evidentemente, lo sigo haciendo con prudencia, pero ya no me pongo tan nerviosa si tengo un camión al lado».

El miedo a conducir, como el que le atenazaba a María a la hora de ponerse a los mandos de un vehículo, puede ser algo habitual y puntual en la carretera, pero la angustia patológica, la que no permite ni siquiera plantearse volver a pisar la carretera y mucho menos montarse en un coche en el puesto del conductor y arrancar, tiene un nombre concreto: amaxofobia. «Hay muchos tipos de ella y cada caso se afronta individualmente», puntualiza el presidente de la Asociación Provincial de Autoescuelas de Soria (Apaso), Andoni Martín Lázaro. La clave está en «dar el paso para volver a conducir y que el profesor [de autoescuela] esté especializado» para abordar la situación, además de «mucha confianza y progresividad». ¿La buena noticia?:«En la mayor parte de los casos es reversible».

SÍNTOMAS MUY VARIABLES. «Ataques de ansiedad, temblores, problemas de respiración... O quedarse paralizado ante el volante» son algunos de los síntomas de la amaxofobia, aunque «son muy variables» y pueden darse en diferentes situaciones, desde la incorporación a autopistas y autovías, donde el tráfico es más rápido, hasta en una ciudad en la que la agresividad al volante produce una angustia que sólo la sabe quien la padece. Se trata de «una patología que cada vez prolifera más y que, en los casos más graves, requiere de atención psicológica, pero no es lo habitual», según la experiencia de Martín Lázaro. En Soria, la incidencia «no es frecuente», principalmente por ser «una provincia muy civilizada en cuanto al tráfico, algo que es de agradecer», pues en ciudades con conducciones «más agresivas estos problemas son más habituales y pueden estresar más a la persona». En el conjunto del país, tres de cada diez conductores sufren algún tipo de temor al volante, de acuerdo a diferentes estudios. Lo que sí está claro en Soria es que, cuando se dan casos, el perfil «más recurrente es el de mujeres y suele venir provocado por un 'mal acompañante'». Si a una situación de pánico a la carretera «añades a alguien que la amplifica» el resultado puede ser este trastorno, aunque a veces la personas afectada no sepa que lo tiene. Lo importante es darse cuenta de ello y atajar la situación a través de profesionales.

¿ALGO PUNTUAL O PATOLOGÍA? Algunas autoescuelas de la provincia disponen de unos «cursos específicos», aunque no de forma oficial, para ayudar a quienes sufren amaxofobia o a quienes, por otras circunstancias, han dejado de conducir durante décadas. Lo primero es discernir si se trata de algo más que puro abandono de la conducción. «Hay personas que llevan 20 años sin conducir por diferentes razones o porque, simplemente, no lo ha necesitado, y no tiene nada que ver con la amaxofobia. Pero cuando hay miedo, cuando una persona se pone unas barreras para hacer una tarea que a la mayoría le parece ordinaria, a veces esa cuestión llega a tal profundidad que no puede afrontarse solamente con formación vial, sino que requiere de tratamiento psicológico», explica el presidente de Apaso. Afortunadamente, «son pocos los casos extremos» y desde las autoescuelas disponen de herramientas para poder ayudar a estos exconductores.

Para plantar cara a estos miedos es indispensable «la especialización del profesor» para que éste pueda acercarse al problema de forma eficaz. «Es una de esas cuestiones que es, si se me permite, todo un reto. Es algo que me parece muy bonito, porque cuando consigues que alguien que tiene esta situación sea capaz de vencerla y ponerse al volante es una recompensa personal muy gratificante», admite Andoni.

ATREVERSE A DAR EL PASO Y ESCUCHAR. El primer paso está en manos de quien necesita ayuda, «tiene que atreverse». «Es como cualquier persona que tenga algún síndrome y quiera salir de él;en este caso tiene que pensar en intentar ponerse al volante y superar ese miedo. Pero lo tiene que hacer la persona porque en la autoescuela lo que hacemos es recibirle, oritentarle, enseñarle».

Para Andoni Martín Lázaro, desde su experiencia personal, «es muy importante escuchar para tener claro dónde puede estar el origen del problema para saber abordarlo y hacerlo de forma progresiva». La evolución gradual es vital y el presidente de las autoescuelas sorianas sabe bien que es algo aplicable «a todos los alumnos», independientemente de si sus circunstancias. «Es el alumno quien debe marcar el ritmo, no el profesor ni un tercero. Porque se puede producir un paso atrás rápidamente y ese paso atrás supone, además, un golpe importante en la moral de esa persona», indica. Al respecto, pone de ejemplo que si una vez que se logra subir al coche y permanecer al volante «hay que tirarse un día entero sin tan siquiera arrancar, simplemente para que la persona retome el contacto con el vehículo, se hace». Un proceso sin presiones y en cadencia con el alumno.

CONFIANZA EN MANOS PROFESIONALES. El profesional del sector de las autoescuelas alude a otra cuestión importante que tiene que ver con el intrusismo bienintencionado de algunas personas allegadas a los conductores, pero que no beneficia a quienes se ponen a los mandos de un vehículo. «Hay que tente mucha confianza, aunque sé que es complicado porque muchas veces la gente se pone a enseñar a conducir a un hijo o a un hermano pequeño y, como en todos los oficios, hay un cierto arte», incide para continuar, sin ánimo de crítica sino como algo descriptivo que acontece, que muchas personas conducen, «pero una cosas es conducir y otra muy distinta enseñar a conducir». Martín Lázaro recalca la existencia de «un proceso pedagógico y psicológico que hay que intentar aceptar», algo que «la mayor parte de los conductores desconoce, cosa que es normal, no tienen por qué». Por eso mismo es difícil de pretender aportar «la progresividad o la calma necesarias para asentar y consolidar esos conocimientos» que permiten convertirse en un buen conductor, sin miedos ni presiones. Porque «cuando alguien sufre una situación problemática» y no dispone de las herramientas adecuadas para situarse de forma correcta frente al volante, «después puede convertirse en un problema como la amaxofobia». Del mismo modo, se alude a que un vehículo «es un arma que puede generar muchos daños», por lo que «no podemos tomarnos tan a la ligera» enseñar a conducir de forma no reglada, sin supervisión profesional.

SIN PRESIONES NI DENTRO NI FUERA. Placentera para unos, estresante para otros, la conducción es, al fin y al cabo, «una actividad que puede conllevar muchos riesgos» y por eso es importante «la calma, la confianza, no presionar al conductor». María, una vez superados sus miedos, así lo entiende:«La segunda vez que volví a la autoescuela me lo hicieron tomar de otra manera: soy yo la que está al volante y necesito estar tranquila, sin agobios ni dentro ni fuera del coche».

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