La maldición que no duerme

C. S. de la Blanca (SPC)
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El Benfica quiere seguir vivo en la Champions para cargarse unos fantasmas que Bela Guttmann (Budapest, 27/01/1899) invocó en 1963

La maldición que no duerme

Cuando parece que ha llegado el momento de espantar los fantasmas, al Benfica siempre le surge un nuevo contratiempo. La pasó el pasado martes, en el choque de ida de cuartos de la Champions contra el Inter. El cuadro portugués, deslumbrante durante toda la temporada, se presentó al duelo con varias bajas importantes que fueron clave para que el equipo de Roger Schmidt acabara cayendo 0-2. Otra vez, en un curso en el que parecía tener 'camino libre' hacía la final, la cosa se ha puesto casi imposible.

Y es que las palabras que en 1963 pronunció Bela Guttmann aún resuenan por los vomitorios del estadio Da Luz: «En 100 años el Benfica no volverá a ganar una copa europea». Van ya 60 años desde que el entrenador austrohúngaro pronunciara una frase que desde hace tiempo es catalogada como una maldición en el lado rojo de Lisboa. 

El conjunto del águila, desde aquel hecho, ha pedido las finales de la Liga de Campeones de 1963 contra el Milan (2-1), la de 1965 ante el Inter (1-0), la de 1968 frente al United (4-1), la de 1988 contra el PSV (0-0, en los penaltis) y la de 1990 ante el Milan (1-0). También cayó en los duelos por el título de la Copa de la UEFA de 1983 frente al Anderlecht (1-0 y 1-1), de 2013 contra el Chelsea (2-1) y de 2014 ante el Sevilla (0-0, en los penaltis).

Toda esa amalgama de encuentros perdidos ha dado más peso aún a la afirmación que en su día realizó Guttmann. El entrenador nacido en Budapest posee un peso específico muy elevado en la historia del fútbol, a pesar de que nunca logró encadenar una estancia muy larga en los conjuntos que capitaneó. Hasta en 12 países estuvo el preparador al cargo de un club o selección desde 1933 a 1974. Entremedias, tuvo que esconderse del dominio nazi en Europa, ya que, como judío, fue perseguido por el III Reich. Llegó a ser capturado y enviado a un campo de trabajo, aunque logró escapar antes de ser trasladado a Auschwitz, donde murieron tanto su padre como su hermana. 

Tras la Segunda Guerra Mundial, Guttmann entrenó a varios equipos. Desde el Honved de Budapest, que contaba con el grueso de la selección húngara que dominaría el mundo a comienzos de los 50, hasta Brasil (Sao Paulo), donde sus ideas plantaron la semilla del 4-2-4 que la 'Canarinha' haría suyo a partir de su éxito en el Mundial de Suecia'58. Después de su efímera, pero provechosa, etapa en Sudamérica, regresó a Europa, concretamente a Portugal. 

Época dorada

Primero se hizo cargo del Oporto, al que llevó a ganar la liga portuguesa recortando una diferencia de cinco puntos que tenía con el Benfica. Después, el conjunto al que había batido se fijó en él, le ofreció unas mejores condiciones y se trasladó a Lisboa, donde vivió los años más dorados de su carrera como preparador.

En Da Luz capitaneó desde el banquillo una generación de jugadores sin igual con los José Águas, José Augusto, Costa Pereira, António Simoes o Mário Coluna, los cuales estaban liderados por Eusébio, el alma de ese equipo y el mejor jugador del Viejo Continente durante varios años. En el Benfica ganó los campeonatos nacionales de 1960 y 1961, lo que le permitió disputar la Copa de Europa de 1961 y 1961. En la primera edición del torneo continental el Barcelona fue su rival en la recordada 'final de los postes', por las veces que el Barça se topó con el palo, por entonces cuadrado. Los lusos ganaron por 3-2. Lo mismo pasó un año después, cuando el conjunto de Guttmann dio cuenta del cuadro merengue en el duelo definitivo por el título (5-3).

Tras esto, una discusión por una subida de sueldo entre el club y el técnico acabó con este despedido e invocando, con las palabras antes mencionados, una maldición que el Benfica quiere hacer desaparecer con una machada en Milán.