Ofrecer y tomar el testigo

Ana Pilar Latorre
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Eduardo León se estrena este año como danzante del paloteo de San Leonardo de Yagüe, mientras que para César de Miguel va a ser difícil despedirse

Ofrecer y tomar el testigo - Foto: Javier Ródenas Pipó

Eduardo León se suma este año al grupo de danzantes de las fiestas de las Candelas y San Blas de San Leonardo. Llevó la bandera de la cofradía del Rosario desde los 17 años y 13 después le han ofrecido coger el testigo de Pedro Martín Lobo, un amigo de la familia; ya que esta misión tan especial se cede por lazos familiares o de amistad. «Me hacía mucha ilusión», confiesa el danzante, que lleva ensayando desde el mes de diciembre contando con el gran apoyo de los compañeros y del propio amigo que le ha cedido su puesto.

Hablando sobre esta misión tan especial, reconoce que «me emociono y se me pone la piel de gallina», al tiempo que reconoce que es una gran responsabilidad y que intentará, por su parte, «que salga lo mejor posible». Exige mucha concentración y no perder los nervios, pero las muchas horas de ensayo lo hacen todo más fácil y dan seguridad para danzar pendientes de la música y al compás, para que los palos no suenen fuera de tiempo. Eduardo espera, igualmente, disfrutar de las fiestas de invierno, del café, de la comedia, de las verbenas…

En el traje no ha habido que hacer ningún arreglo y le vale bien, ya que se los van pasando de unos a otros. Cree que siempre va a haber danzantes y que, si alguna vez no los hubiera, los dos que ocupan el puesto de ‘bobos’ podrían encargarse de ello. Así, el festejo cuenta con los ocho danzantes, los dos ‘bobos’, los dos muchachos que portan la bandera y los gaiteros. 

despedida. Por otro lado, para el danzante César de Miguel será el último año de actuación después de 25, ya que comenzó a los 20 por tradición familiar. Y su padre lo fue también durante el mismo periodo de tiempo. «Cuando se termina, se deja el palo a una persona responsable, que lo lleve bien y que sea del pueblo. En mi caso será a mi primo Antonio Torres, que se estrenará el próximo año y que ya ha empezado a ensayar, porque hay que aprender ritmos y movimientos. Es complicado y exige mucha concentración», detalla el danzante. Para él, lo fundamental es «aprender la canción y la letra, que antes se cantaba pero ya no». Cuando César danza, canta la letra que ha memorizado al son de la dulzaina para no perder los palos, porque no se puede tener fallos.

«Para mí el paloteo es como una religión, lo he vivido desde niño con mi padre y a los 15 años comencé a llevar la bandera hasta que me dejó danzar. Va a ser duro dejarlo, pero como vivo en Benidorm, he decidido dar paso a otros», comenta haciendo referencia a que siempre habrá relevo, porque es algo muy arraigado. A personas de Alicante que ha traído consigo a contemplar el paloteo, como su novia, «les ha encantado por su originalidad e historia».

Como consejos, a los que se incorporan al grupo de danzantes, César les recomienda que no estén nerviosos antes y durante el acto, aunque matiza que «es casi imposible porque yo lo he hecho 25 años y sigo estándolo cada fiesta». Que se concentren los 20 minutos que duran las danzas, que son «intensos y preciosos», en los que se tiene la sensación de «carne de gallina y se encoje y acelera el corazón…».