Pescaderías ambulantes, en peligro de extinción

Agencias- SPC
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Sin relevo y con unos costes cada vez más altos, los vendedores que llevan merluzas, anchoas o chicharros por los pueblos ven cada vez más difícil sobrevivir ante la impotente mirada de los ciudadanos que se quedan sin servicios

Pescaderías ambulantes en peligro de extinción - Foto: Alberto Rodrigo

Hasta hace unos años, los habitantes de los pueblos eran capaces de diferenciar por las bocinas de los vehículos a los tenderos que acudían a las plazas del municipio. En ellas establecían sus puestos itinerantes carniceros, fruteros, ultramarinos, afiladores... profesiones, como la del pescadero ambulante, que ahora podrían estar en peligro de desaparición. 

La figura del tendero que cada día recorre decenas de kilómetros con su furgoneta isotérmica cargada de chicharros, merluzas, nécoras o anchoas para dar servicio a la España vaciada es esencial para los habitantes de los entornos rurales, pero la falta de relevo generacional y de rentabilidad del negocio hacen que puedan estar en sus últimos días.

En el caso concreto de los pescaderos ambulantes, hay muchos que ya se han jubilado y, con ello, se ha cerrado una ruta de reparto que nadie ha cubierto; otros están a punto de hacerlo y ya saben que no hay nadie interesado en coger el testigo; y los que aún tienen por delante años de vida laboral están pensando si seguir o no, porque muchas veces no salen las cuentas.

En la primera situación se encuentra Amando López, un gallego que hasta hace dos meses hacía rutas de hasta 200 kilómetros ida y vuelta por la zona de Betanzos y Cerceda, entre otros municipios coruñeses.

López se ha jubilado y nadie ha cogido su testigo ni su ruta, por lo que estos pequeños pueblos se han quedado sin recibir el pescado a la puerta de su casa. Él regentó durante muchos años una pescadería fija, que luego compaginó con la venta ambulante, hasta dedicarse los últimos cinco años exclusivamente a ir de pueblo en pueblo.

Achaca la falta de relevo a que es un trabajo «duro», que requiere muchas horas, y encima últimamente «hay menos pescado» que ofrecer al cliente por «los recortes de cuotas que, año tras año, aplica la Unión Europea».

Amando está feliz con su jubilación, pero reconoce que echa de menos «el trato humano, cercano y humilde» de sus clientes en los pequeños pueblos de la Galicia interior; unas personas, por lo general mayores, que son «maravillosas» y con las que sigue manteniendo el contacto. 

A punto de jubilarse está Valentín Peña, otro pescadero ambulante que hace rutas por la comarca segoviana del Duratón y que también es consciente de la falta de nuevos profesionales cuando él aparque su furgoneta, cuenta  a la vez que despacha en Muñoveros.

De hecho, ha sido testigo de cómo en estos últimos años se ha quedado solo, sin competencia, en la ruta que hace por estos pueblos a pesar de que es más necesario que nunca el servicio que da porque hay muchas localidades que no tienen ningún supermercado.

Por eso, no duda en coger su furgón y en echar, como ha hecho en los últimos 24 años, jornadas de hasta 12 horas entre que recoge temprano el pescado en Aranda (Burgos), deja una parte de la mercancía en la pescadería que tiene junto a su mujer en Cantalejo y reparte el resto por las aldeas.

La vecina de Muñoveros Gema Cabreros es una de sus clientas habituales y explica que el servicio que les da Valentín es esencial. Es lo que les queda, recuerda, mientras no reabra el único supermercado que había en el pueblo y que cerró hace unos años, aunque nadie parece mostrar interés por él.