Seguro que nadie en el pequeño pueblo de Scranton el 20 de noviembre de 1942 pensó que era un día relevante. A estas alturas, habrán fallecido casi todos los que coincidieron en fecha y los que siguen disfrutando de la vida, es probable que tengan alguna enfermedad que les impida dar mucha guerra. Pues Joe Biden, el presidente 46 de la historia de Estados Unidos, empezó su andadura en el planeta.
Es un error pensar que la juventud es sinónimo de acierto y es obvio que no aporta experiencia, pero tampoco la senectud aporta sabiduría y prudencia. Hacer comentarios categóricos al respecto es peligroso, tendencioso e interesado. La edad no puede ser un criterio absoluto de selección, pero es un dato relevante en según quiénes y para qué. Solo gente excepcional está capacitada para adelantarse a los ciclos vitales normales para dirigir un país o una organización compleja.
La Unión Soviética sufría problemas estructurales evidentes, pero no podía soportar una foto no manipulada del politburó. Pueden teñirse el pelo y usar alzas en los zapatos, pero ese problema acompaña a la élite dirigente china.
Envejecer es duro, pero es peor no reconocer que las capacidades propias disminuyen y que los demás también lo ven. Los ancianos poseen conocimientos extraordinarios y han pegado los suficientes tiros como para aportar un sano consejo, pero hay que aprender a retirarse.
Con una positiva expansión de la expectativa de vida, gente con 70 primaveras se ven con una energía y vitalidad falsa; y, sobre todo, ignoran que puede que ya no representen fielmente a las organizaciones que lideran. Muy probablemente nadie tendrá el valor de decírselo, pero la verdad no cambia.
En muchos caos, esta resistencia se apoya en un miedo razonable a la capacidad de la nueva generación para sustituir a líderes notables. ¿Pero cómo se aprende si no se ejerce? ¿Qué estructura es sólida si no puede soportar un relevo personal o ejecutivo?
Los cambios provocan convulsiones, errores y tensiones, pero retrasando su llegada se magnifica su impacto. Hay que dejar que la vida fluya con naturalidad y dejar paso a la siguiente generación. Hacerlo no implica que no haya retos que superar, pero confirma la inteligencia, personalidad y humildad del que se retira. Puede que algunos piensen que en eso consiste la generosidad intergeneracional, pero cometerían el gravísimo error de confundir la representación de un cargo con la propiedad. Me temo que Joe no piensa igual.