Mientras nos entretenemos en reorganizar las hamacas del Titanic, se va a Davos el «defensor de la clase media trabajadora» desde «la izquierda progresista» (Sánchez) a vender las «fantasías animadas de ayer y hoy» de la economía española y los palmeros, solemnizando el liderazgo imaginario de nuestro país con datos de la «señorita pepis». Mientras (digo), la deuda, creciendo a máximos históricos, especialmente por la Seguridad Social, el déficit, febril, que no baja, el precio de nuestros bonos creciendo a tope, especialmente los plazos más cortos y….: las empresas pagando más por el cambio de las bases de cotización, el listón recaudatorio cada vez más alto, las tablas del IRPF sin deflactar y, sobre todo, como decíamos la semana pasada: ni una sola reflexión, alusión, contrición, por el récord de campeonato el desempleo que nos pone como los que más de más en Europa y sobre todo entre los jóvenes. Un ejemplo: los «contratos fantasma»: cualquier asalariado necesita firmar tres contratos para pasar a ser indefinido: en 2021 había una brecha de 1,67 millones de contratos fijos 'fantasma', mientras que un año después se ha elevado hasta los 4,73 millones de euros.
Perdonen que insista, pero no puedo por menos que expresar mi vergüenza y desasosiego por la ausencia de este problema en el debate, en la semana de Davos, en la semana de los latidos, en la semana de la Shakira, en la semana del entierro de Constantino de Grecia. Este autobombo moncloví, esta táctica de fogueo permanente para desviar el tiro hacia otras trincheras, y la economía sostenida por la inyección del dinero europeo y las compras del Banco Central Europeo. Y la fauna patria tragándose el sapo, con el placebo de la tontuna del trasquileo diario de las redes en las que todo el mundo acaba preso de patas. Qué tiempos estos en que lo urgente no nos deja atender lo importante.