En Soria, pero con el corazón en Gaza

A.P.L.
-

Mohammed Khaled, de Gaza, y su familia llegaron a Soria en 2019 y desde aquí viven momentos difíciles, pendientes de los suyos

En Soria, pero con el corazón en Gaza - Foto: E.G.M

Mohammed Khaled es el único palestino de Gaza que vive en Soria, desde donde lamenta la destrucción de la ciudad que le vio nacer. Junto a su mujer, Asmaa Kassar, de Siria, relata a El Día de Soria cómo son estos momentos tan difíciles para ellos, pendientes del bienestar de su familia y de las noticias.

Mohammed, que es diseñador gráfico, trabajó como profesor de universidad y en medios de comunicación en Gaza y Siria, donde conoció a Asmaa, profesora de matemáticas. «Con la nacionalidad palestina no se puede entrar a ningún país árabe», por lo que cuando estalló la guerra en ese país, se trasladaron a vivir a la franja de Gaza, donde también le fue complicado acceder a su mujer. «Durante siete años sufrimos tres guerras», recuerdan haciendo referencia a las dificultades de vivir allí, como las dificultades de movimiento, la falta de agua potable, luz solo cuatro horas al día, escasa asistencia sanitaria...Eso les llevó a abandonar ese territorio a través de ACNUR, algo que esperaron durante cinco años, y llegar a Soria como refugiados en 2019. «Viajamos los dos con nuestros hijos y yo embarazada de mi hija. Salimos de Ben Gurión, en Israel, hacia Turquía y después a España», recuerda Asmaa, detallando que sus hijos tienen, como su padre, la nacionalidad palestina.

Los continuos conflictos allí han sido muy difíciles para ellos. Mohammed, trabajando como periodista, no podía volver a casa porque tenía que informar. «Han bombardeado en cada guerra todos los edificios de medios de comunicación, como en el que yo trabajaba en 2014 y el año pasado el de Al Jazeera...», pero ambos coinciden en que este conflicto «es peor». Así, describen esta guerra con crudeza, por lo que les cuentan sus propios familiares con los que procuran hablar cada día. Tienen noticias de las hermanas y la madre de Mohammed, dos de sus primos han muerto y desde que comenzó el conflicto no saben nada de otros familiares que viven en el norte. Hablan de una Gaza hambrienta y aislada, de muerte y destrucción, el edificio en el que vivían fue bombardeado y han perdido a sus mejores amigos y a sus vecinos. «No hay internet, luz, agua, comida ni medicinas, que es lo más importante para los mayores, los enfermos de cáncer, los niños», además del miedo a los bombardeos, porque los padres escriben el nombre y el teléfono a sus hijos en los brazos por si se pierden o acaban heridos o muertos... Por eso, urgen la ayuda para su pueblo y, sobre todo, «apoyo para salvar a personas, porque son personas».

En el barrio donde creció Mohammed (Alnusierat) está destruido, ya no hay servicios ni siquiera la panadería funciona. Recuerda cómo fue allí su infancia y adolescencia, cerca del mar pero con dos asentamientos israelíes. «Cada dos semanas había un ataque al barrio. Ellos podían entrar a cualquier casa para llevarse o matar a cualquier persona», relatan con crudeza. Mohammed recuerda los tanques cerca cuando iban al colegio o la universidad, atacando a los viandantes, una imagen que le ha marcado. Perdió a muchos amigos en la segunda intifada, pero él decidió defender su país, Palestina, a través de la palabra y la verdad, ya que ser comunicador le apasiona.

gravedad. «Israel no quiere que la gente viva en Gaza, que estudie o que trabaje allí con normalidad. Decían que se podía vivir juntos y no era verdad porque poco a poco tomaban zonas. Antes de 2005 casi el 49% de Gaza eran asentamientos de Israel», apuntan, «ellos tienen de todo y el pueblo palestino no tiene nada».

«La solución es complicada porque es un problema de 1948, no es nuevo. Como palestino quiero que en Gaza haya derechos: salud, comida, estudiar y trabajar, viajar...», reflexiona Mohammed con la mirada triste. Su hermana, por ejemplo, vive en Ramala, en Cisjordania, y no puede ver al resto de la familia desde hace ocho años. Alertan de que hay más de 8.000 muertos y 3.000 de ellos son niños, de los ataques a hospitales, ambulancias, iglesias y mezquitas, campos de refugiados, tiendas, puntos de agua...