Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


As bestas

23/06/2023

La clase política tradicional occidental está inquieta. Pese a la pluralidad de partidos, la homogeneidad vital facilita que las alternativas programáticas sean menores de lo que parece. Hay múltiples explicaciones para ello, pero se intuye que los políticos, los profesionales del sector, no han comprendido bien el juego democrático.

La democracia no consiste en una élite que gobierna, sino en unos dirigentes que proponen programas de actuación para que los ciudadanos decidan. Todo esto suena a utópico e ingenuo, pero por lo menos tenemos garantizado tres elementos clave para una sociedad sana: elecciones cada cuatro años, el imperio de la Ley con una justicia independiente y la libertad de expresión.

No significa que las votaciones no puedan ser amañadas o que líderes carismáticos puedan perpetuarse en el poder, sino que es razonable pensar que el cambio de gobierno pacífico puede darse. Cuando ese horizonte no es realista, las cosas se complican.

Roma fue un poderoso imperio hasta que perdió el respeto a la Ley. No hay que leer a Gibbons para ser consciente que si se sigue estudiando derecho romano es por algo. Cuidado, la Ley no protege al fuerte, sino al débil. Al evitar la arbitrariedad nos cargamos la corrupción y el uso de la fuerza como recurso. Resulta extraño que con el fenómeno okupa nadie hable de ello.

La izquierda estadounidense está fracturada porque han olvidado el juego democrático. Solo les interesa el poder y transformar la sociedad en la que viven. Saben que Joe Biden no es el mejor candidato por edad y condición física, así que vuelven a sacar a la palestra a Donald Trump. Les importa poco el daño al país; solo quieren ganar.

Los republicanos deben madurar. Donald Trump fue un espasmo rabioso y algunas de sus acciones fueron inteligentes y responsables; pero otras muchas, no. Tienen banquillo, programa e ideales que proponer. Ahora está por ver si prefieren el poder, el aplauso o tienen principios. Se pueden quedar sin ninguno.

Nunca había reflexionado sobre la importancia de la libertad de expresión hasta hace muy poco. Soy consciente de que callo muchas veces porque me preocupa la reacción que puede generar en el oyente; puede ser cobardía, pero entiendo que no todo el mundo tiene por qué aceptar lo que yo opine. Sin embargo, esto mismo no se produce a la inversa. La tolerancia es un concepto más exigente del que se cree.