Editorial

La política migratoria exige concierto internacional

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La Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea se ha cerrado sin ninguna mención expresa a la política migratoria, único medio que los 27 han encontrado para sacar adelante la Declaración de Granada. El riesgo de que la Cumbre se cerrara sin declaración conjunta estuvo sobre la mesa por el desacuerdo de Hungría y Polonia, dos países que discrepan con los acuerdos económicos que se planteaban con países de origen y tránsito para reducir las llegadas irregulares. 

La postura de fuerza de los gobiernos ultraconservadores ha frenado lo que debía ser al menos una declaración de intenciones, en un momento en el que los países del Mediterráneo encuentran cada vez más dificultades para dar una respuesta nacional al fenómeno global de la inmigración irregular. Lo expresaron el polaco Morawiecki y el húngaro Orbán, contrarios al curso de las negociaciones para un Pacto de Migración y Asilo en la Unión Europea, en términos si no sorprendentes, si más radical que en los últimos tiempos.

El asunto migratorio se ha convertido con estas presiones casi en una nota al margen de la Cumbre de Granada, que pone en evidencia las dificultades de la UE para alcanzar un mínimo consenso en una materia crucial, que presiona especialmente a países como Italia o España, pero que extiende sus redes a mucho más territorio. 

Para salvar al menos los muebles, el texto excluido ha acabado convertido en un comunicado del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, en el que se alude a la necesidad de un abordaje inmediato y decidido de la inmigración regular. «No permitiremos que los traficantes decidad quién entra en la Unión Europea», añade el comunicado de Michel, en el que se apunta a la lucha contra las mafias y el reforzamiento de la cooperación con terceros países para cortar las rutas que utilizan para ello y agilizar las deportaciones.

Se trata de abordajes necesarios si se aspira a frenar al menos un fenómeno que deviene en crisis humanitaria de difícil abordaje a escala nacional.

Se acaban de cumplir diez años de la tragedia de la isla italiana de Lampedusa, en la que murieron 368 personas, lo que la convierte en la peor catástrofe humanitaria que la migración  irregular ha causado en aguas del Mediterráneo. 

Una década después del desastre de Lampedusa, poco se ha avanzado en Europa, como lo demuestran el hecho de que 22.000 personas hayan perdido la vida en este tiempo intentando alcanzarel sueño de una vida mejor en suelo europeo. Realidades como la de la Cumbre de Granada apuntan, incluso, a un retroceso en el concierto internacional, necesario para luchar contra las mafias que se lucran con esta enorme tragedia. Sin unidad será difícil algún avance, por muy mínimo que sea.