«Hay muchas especies que desaparecen por la falta de lluvias»

P. Velasco
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El catedrático de Zoología reconoce que se debe dar una respuesta global por parte de todas las administraciones a una situación que ya es una evidencia científica y «que nadie serio puede negar a día de hoy».

«Hay muchas especies que desaparecen por la falta de lluvias»

Catedrático de Zoología en la Universidad de Salamanca, Miguel Lizana centra sus trabajos de investigación y sus clases en la gestión de la fauna y evaluación de impacto ambiental. Analista de cómo el cambio climático afecta a esta Comunidad en aspectos relacionados con los animales, reconoce que se debe dar una respuesta global por parte de todas las administraciones a una situación que ya es una evidencia científica y «que nadie serio puede negar a día de hoy». 

¿El cambio climático es ya una evidencia en Castilla y León?

La realidad actual es la que podemos ver en los medios. Estamos en un momento muy importante respecto a tomar decisiones para poder cambiar esta tendencia. De hecho, ya no se habla tanto de cambio climático sino de emergencia climática, en cuanto a que es un problema muy grave que va a afectar a todo el mundo, en mayor o menor medida. La propia Naciones Unidas ha hablado de bomba de relojería para la humanidad y que hay que cambiar esta tendencia en los próximos 20 ó 15 años porque nos enfrentamos a riesgos muy graves.

Las sequías son cada vez más seguidas, incluso hemos encadenado dos años seguidos. ¿Tendremos que adaptarnos a estos cambios?

Por supuesto. Los puntos principales que están afectando a España, como el alargamiento de los veranos, la disminución de los caudales medios, el aumento de las temperaturas en general o el incremento de las olas de calor… Todo esto está relacionado. La alteración de las capas de la atmósfera y del océano lo que provocan es que los fenómenos climáticos sean cada vez más extremos y una de las consecuencias es esta, las sequías que estamos teniendo en esta zona del planeta. Pero no debemos olvidar que esta alteración no sabemos muy bien qué va a producir, a lo mejor en mayo o junio tenemos lluvias fortísimas y causan muchísimos daños. Lo que teníamos hasta hace 15 años con una primavera con sus lluvias y el verano cálido, ahora no podemos asegurar que es así y probablemente no sea así en el futuro, y debemos adaptarnos en todo lo posible. Los cambios son muy diversos y afectan a todos los ámbitos de la vida: a la agricultura, a los bosques o a la gestión de las especies protegidas a las amenazadas por el cambio climático. Son muchos aspectos y las administraciones deben de trabajar en conjunto, asesorados por los expertos en las medidas que debemos de tomar.

¿Cómo puede afectar a las especies?

Tenemos numerosas especies que al haber menos lluvias están desapareciendo o reduciendo sus poblaciones. Podemos hablar de plantas o un caso muy especial es el del grupo de los anfibios, que cada vez tienen menos agua para reproducirse. Y tenemos también el problema de la especies que viven en zonas de montaña, que al aumentar las temperaturas se están quedando sin hábitat. Un ejemplo concreto de Salamanca que hemos estudiado y conocemos bien es una largatija que vive en la Peña de Francia, para que te hagas una idea se llama la largatija batueca. Es endémica, exclusiva en el mundo, solo de la Sierra de Francia, y es una largatija que solo vive en zonas de montaña por encima de los 1.700 y los 1.800 metros. Al aumentar las temperaturas está siendo empujada cada vez más a las cumbres, y claro solo tenemos cumbres que llegan a los 1.900 metros, con lo cual esta especie se está quedando sin hábitat y además tiene la competencia de especies que también están subiendo en altitud. Esto puede representar un buen ejemplo de lo que está pasando para muchas especies.

¿Y esto cómo puede afectar al ciclo normal de estos animales?

Esta largatija puede terminar desapareciendo, ya está en peligro de extinción y es uno de los pocos vertebrados que se encuentran en esta situación en Castilla y León. Esta claro que no podemos cambiar la tendencia climática, quizás podamos cambiarla a otros lugares o intentar mejorar el hábitat dentro de lo posible para que las poblaciones se mantengan, hay varias posibilidades. La Consejería de Medio Ambiente debe ser consciente de este problema para intentar mitigarlo, porque ya hablamos de mitigar.

¿Cree que la sociedad castellano y leonesa está concienciada sobre el cambio climático?

Yo creo que hay una concienciación general. Si se hiciera una encuesta por la calle te dirían que hay un problema y que hay que solucionarlo. Más allá del tema que no tenemos agua para regar, hay que concienciar a la gente y hay que insistir en que esto no es un problema que se vaya a solucionar este año o el que viene, sino que es un problema a largo plazo y una emergencia climática. Ante las emergencias hay que tomar medidas muy severas, ideas potentes porque sino dentro de 20 años nos vamos a enfrentar a un verdadero desastre climático y social: abandono de cultivos, zonas desérticas… Todos estos factores están asociados y debemos de intentar solucionarlos en conjunto.

¿Cuál sería el mejor escenario que podríamos tener en los próximos 50 años, aunque igual debería realizar las previsiones para dentro de 20?

Sí, de hecho tanto Naciones Unidas como la UE hablan de escenarios para 2050, para 25 ó 30 años, y lo que está claro es que como no cambiemos nuestras tendencias en cuanto al uso de combustibles fósiles, energías renovables y todo eso, las temperaturas van a seguir aumentando. Esto es un evidencia científica y no creo que ya nadie serio lo niegue hoy en día. O ponemos las medidas ya o dentro de 50 años podemos tener un país desertizado con un problema de temperaturas muy altas, de falta de agua, de cultivos que deben ser abandonados o cambiados por otros, y debemos de trabajar todos juntos en esto.

¿Desaparecerá Castilla y León tal y como la conocemos hoy en día?

Castilla y León, en un escenario como el tenemos ahora mismo, sería muy diferente. Hay medidas como las de plantar arbolado, conectar con corredores ecológicos, proteger los ríos y arroyos o controlar al máximo los regadíos para no derrochar agua, que ya se deberían estar tomando y que la sociedad debe reconocer que hay un problema.