La última entrevista de Sánchez Dragó

Sonia Almoguera
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Recibió en su casa de Castilfrío a La 8 Soria cinco días antes de morir. El escritor y presentador disertó sobre la impronta de la provincia en su obra y el destino de su biblioteca de 120.000 libros

Soria: «Es prácticamente mi  único patrimonio indivisible». Feminismo: «Donde se gobierna de verdad una sociedad es en la cocina». Polémicas: «Yo tengo una capacidad inaudita para meterme en líos». Suceptibilidades: «Lo único que me molesta es que me llamen crítico literario y que me llamen provocador o polemista». Familia: «He tenido 11 relaciones conyugales y me arrepiento. Cuando murió Franco estuve nueve meses sin pareja, los más felices de mi vida». Sociedad: «Vivimos quizá la mayor oleada de puritanismo de la historia de la humanidad. Se mete directamente en nuestras camas». Literatura: «Es ahora muy mediocre». Estas y otras muchas confesiones las hizo el escritor y presentador televisivo Fernando Sánchez Dragó a Iván Juárez director de La 8 Soria y El Día de Soria apenas cinco días antes del repentino fallecimiento. Serían las últimas del autor La prueba del laberinto o Soseki. Inmortal y tigre para un programa de televisión, desgranadas en una hora de conversación en la que Sánchez Dragó hizo un repaso (casi sentimental) por su vida, su obra y sus libros en los que Soria tenía un lugar indisoluble desde aquel 1 de agosto del año 1944 en el que bajó del automotor y sintió que llegaba «a un pueblo del lejano Oeste».

A ese día, a esa Soria «franciscana», es al único que le hubiera gustado volver una y otra vez. El hombre que vivía «en un perpetuo presente», el que  abrazaba cada nueva jornada abrazado al «carpe diem», el que decidía todo en los últimos cinco minutos, la muerte le sorprendió de un ataque al corazón en su querida casa de Castilfrío de la Sierra donde atesoraba una biblioteca personal con alrededor de 120.000 libros sobre los que ya nunca podrá hacer realidad su gran sueño, «su idea de escritor»: crear una gran pirámide con ellos. «Se me ha ocurrido plantar en unas majaditas que tengo al lado del cementerio, donde también está mi tumba, una pirámide de libros. La primera pirámide de libros de la historia de la humanidad, hecha a conciencia con arquitecto e ingeniero, que resista las inclemencias del tiempo, que aquí son duras, con las portadas de todos los libros centelleando al sol, incluso con una hornacina en la que puedan momificarme como el faraón de mis libros», señalaba Sánchez Dragó en la entrevista que  La 8 Soria iba a emitir como programa especial coincidiendo con el Día del Libro, el 23 de abril, pero que emitió como homenaje póstumo un día después de la muerte del Premio Nacional de Ensayo por Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España.

«Menudo muerto, nunca mejor dicho, les dejo a mis cuatro hijos, cuando me muera. Porque a ver qué van a hacer con esta inmensa biblioteca», comentaba proféticamente. Era el resultado de su gran pasión por los libros que comenzó a 'devorar' a la edad de tres años. «A los 10 o 12 años ya tenía 400 ejemplares», destacaba orgulloso, sobre todo, de aquellas primeras lecturas, las de la infancia y la adolescencia, «que son las que verdaderamente se quedan grabadas» y que últimamente se complacía en releer. «A una isla desierta me llevaría los libros de Guillermo, el héroe de mi infancia, a Tom Sawyer, a Kipling», confesaba. 

La última entrevista de Sánchez DragóLa última entrevista de Sánchez DragóLos libros estarían también unidos a esa vida que Sánchez Dragó comenzó en Soria ese 1 de agosto de 1944. Su madre se casó en segundas nupcias con Guillermo Álvarez Herrero, «que nació en esta casa [su vivienda en Castilfrío de la Sierra] y que era hijo adoptivo de Felipe Las Heras», fundador de la librería soriana del mismo nombre. «Allí, en el Collado, número 38, me iba leyendo los libros», rememoraba, aunque a un ritmo tan frenético (Sánchez Dragó leía un libro cada día) que pronto la antigua biblioteca municipal del parque de La Dehesa ubicada junto a la Rosaleda se convirtió en otro paraíso literario. «Un señor cojito que había era el encargado de abrirla y cuando lo veía pasar, iba corriendo detrás de él», recordaba. De hecho, soñaba en la actualidad con ser nombrado en el futuro bibliotecario honorífico de ella. 

El lector que era «incapaz de salir a la calle sin un libro en la mano», también echó «los dientes como escritor aquí», en Soria. Donde antaño se encontraba la panificadora, cobijado bajo una chopera, escribió con unos nueve años de edad sus primeros versos: «Desde el fondo de los valles/ siento respirar el río/ con ese aliente de vida/ que tienen los desvalidos». Pero también una de sus más celebradas obras, Gárgoris y habidis. Una historia mágica de España nació en Soria, en una visita a Tiermes, al igual que Soseki, «la mejor novela que he escrito», era un canto a Soria. A esa Soria que anhelaba desde su exilio de siete años en Japón durante la dictadura del general Franco, se lamentaba Sánchez Dragó seis días antes de morir, ha desaparecido. «Me duele ver cómo se ha ido llenando de semáforos y de turistas que le van quitando a la ciudad el alma». 

EN EL SIGLO V. No en vano, el propio escritor y presentador reconoció haber preferido nacer en otra época «muy lejana» porque, desde el siglo V, alegó, «el mundo está retrocediendo». Y no lo decía por su simpatía con la formación política Vox, tras haber militado políticamente en el Partido Comunista (lo que le valió la cárcel y el exilio) durante la dictadura de Franco. El dos veces Premio de Editores y del Gremio de Libreros, rechazó ser adscrito a una u otra ideología. «Por una razón muy sencilla: no la tengo. Es más, detesto todas las ideologías. Son como mariposas que se clavan con un alfiler en el calzón. Yo no tengo afinidad con ningún partido. No me gustan», añadió, al tiempo que confirmó que fue él quien propuso a su amigo Ramón Tamames para dar la cara en la última moción de censura presentada hace unas semanas por Vox contra el presidente del Gobierno Pedro Sánchez. «Ha sido un éxito desde todos los puntos de vista desde los que se mire», reivindicó.

Más «épico que lírico», Sánchez Dragó confesó a Iván Juárez que «las zancadillas políticas» y la actual «cultura de la cancelación» le habían costado más de un premio, incluido el Premio de las Letras de Castilla y León concedido no sin polémica este año por el Gobierno regional y que recibirá, finalmente, a título póstumo. En su discurso, adelantó, hablará, por supuesto, de Soria, de Machado y su «curva de ballesta en torno al Duero», de San Saturio. Para ser escritor, aseguró, hace falta leer «y mezclarse con la vida, si no, no tienes cosas que contar». Y él hizo ambas cosas. Fue el primer hippie que llegó a Katmandú y convirtió su casa de Castilfrío en una especie de museo «de mis andanzas por Asia y América». Con satisfacción se jactaba de no haber mantenido sexo con mujeres mayores de 40 años y de pertenecer, junto a Andrés Segovia y Julio Iglesias al 'club' de los padres tardíos. Tuvo cuatro hijos y, aunque con ellos tenía una relación excelente, tenerlos era una de las cosas de las que se arrepentía, aunque se sentía orgulloso de que su hijo de 10 años «esté escribiendo un libro ahora», siguiendo una vocación que, en su caso, también nació temprana, «con tres años». 

La muerte le sorprendió en Castilfrío pensando precisamente en el libro con el que «me gustaría coronar mi obra»: los volúmenes que aún le quedaban por escribir de sus memorias. «Pero soy un escritor lento que puede estar media hora para colocar una coma», se lamentaba con sentido del humor. «Descubro que todo el mundo se muere a mi edad. Eso me angustia un poco porque me doy cuenta de que no voy a tener tiempo o fuerza», profetizó.