Volver a la regla primitiva es lo que han hecho siempre las órdenes religiosas para recuperar su esencia y sus objetivos: servir a Dios con humildad, sin privilegios, prebendas, limosnas y donaciones de los ricos y los poderosos.
Pasa lo mismo con las Fiestas de San Juan que son como una religión para muchos sorianos. El toro como elemento principal y los jurados y las cuadrillas para gestionarlo; eso es lo importante. Pero, cada vez escucho más quejas de juradas y jurados salientes hartos de tener que acudir de punta en blanco a eventos, reuniones, cócteles y saraos institucionales de todo tipo en vez de estar con su cuadrilla y con los vecinos como es su obligación. Desde que les entregan el bastón, se encuentran con una agenda más apretada que la de un ministro llena de compromisos que casi nada tienen que ver con las tradiciones sanjuaneras, desde el saque de honor de un partido de fútbol a la Feria de Sevilla del Calaverón. Hay hasta un «protocolo» que supuestamente deben seguir juradas y jurados donde se les dice ¡hasta como tienen quevestirse! Me parto. Las Fiestas de San Juan son sinónimo de libertad, en especial, para el alcalde de barrio que puede organizar su cuadrilla como quiera y que rendirá cuentas ante sus vecinos y ante nadie más. La jurada puede usar o no mantilla y vestir de negro,de rojo o del color del que estén hechos sus sueños. La única costumbre sanjuanera relativa a la indumentaria es ponerse las mejores galas el Domingo de Calderas y, si acaso, rosas en el pelo de las damas y en la cinta del sombrero de los caballeros. Sobra tanta norma y ojalá las cuadrillas se rebelen y se organicen,en sus barrios,como mejor les parezca. Quizá, así, muchas más personas entrarían en fiestas y se implicarían en conservar unas tradiciones tan hermosas. Mi enhorabuena para las que lo hagan y también para las que elijan someterse a todas esas «reglas» superfluas. Porque, al fin y al cabo, San Juan es eso: libertad. ¡Salud para cumplir!