Fernando González Ferreras

PREDICANDO EN EL DESIERTO

Fernando González Ferreras

Catedrático


En defensa del español

08/11/2020

Probablemente más de uno pensará que he empleado la palabra ‘español’ de forma incorrecta y que debería haber escrito ‘castellano’. Recibí ese reproche a finales de los 90 en una reunión en el INCE (Instituto Nacional de Calidad Educativa) por parte del representante catalán. Respondí señalando que soy español y leonés y que nuestro himno contiene una estrofa que afirma que León «con su sangre a torrentes vertida, dio a la patria precioso blasón y en sus labios cobró vida el hermoso lenguaje español» y que los leoneses seguimos pensando igual. No le convencí. De ninguna manera aceptó que la lengua española es nuestro mayor activo colectivo.
Algunas autonomías llevan mucho tiempo intentando erosionar el uso del español. El gobierno vasco, en 2009 con Isabel Celaá de consejera, intentó convertir al euskera en la lengua vehicular. PSOE, Podemos y ERC pactan que el castellano deje ser lengua vehicular en toda España a través una enmienda a la LOMLOE (Ley Orgánica para la reforma de la Ley Orgánica de Educación) también llama Ley Celaá. No ha habido ministro que resistiera la tentación de elaborar ‘su’ ley de educación; esta será la octava ley de la democracia en 40 años y resulta difícil señalar cuál ha sido más inútil e ineficaz, ya que suelen elaborarse sin una financiación adecuada ni el consenso necesario para permanecer en el tiempo. ¿Por qué es importante la desaparición del español como lengua vehicular? Porque una lengua vehicular es el idioma adoptado, de forma preferente, para que puedan entenderse las personas que tienen una lengua materna diferente. Si se elimina que «la Administración educativa deberá garantizar una oferta docente sostenida con fondos públicos en la que el castellano sea utilizado como lengua vehicular en una proporción razonable» y se minusvalora y limita en el colegio, impediremos una buena comunicación entre personas de diferente origen. Soy partidario del bilingüismo (uso habitual de dos lenguas en la misma autonomía) y de proteger las lenguas minoritarias (un idioma es una forma de codificar el mundo), pero no en el colegio. La lengua debe ser un vehículo para convivir, no un fin para señalar un hecho diferencial contra otros. Me temo que, una vez más, no se considera a la educación como un valor en sí y más como una moneda de cambio. Los que quieren destruir España como nación han encontrado un filón en la necesidad del gobierno de aprobar los presupuestos, al que hacen pasar por ventanilla: unos quieren eliminar el castellano en la escuela, otros que les cedan las competencias en prisiones, otros un indulto de golpistas en Navidad; lo malo es que lo acabaran consiguiendo.
Creo que el problema fue el error de declarar lenguas cooficiales a las habladas en algunas autonomías. Se consideró, en el momento constitucional, que era una «necesidad democrática e imprescindible para garantizar el mantenimiento de las lenguas vernáculas» y una condición para la aprobación de la Carta Magna. Craso error de concepto. Países europeos, tan demócratas como nosotros, no adoptaron esta postura. Por ejemplo Alemania (donde se habla Sórabo y Frisón) o Francia (que conserva el Alsaciano, el Bretón, el Gascón, el Occitano, el Provenzal y el Corso) sólo tienen una lengua oficial aunque apoyan la enseñanza de las lenguas minoritarias y financian centros de enseñanza específicos para mantener su vigencia. Mejor nos hubiera ido en España si hubiéramos hecho lo mismo.