Editorial

La corrupción vuelve a ennegrecer el fútbol español

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Este tipo de organizaciones, ajenas a la administración pública, se rodean de acólitos, elegidos en función de los intereses territoriales

A muy pocos españoles le ha sorprendido las investigaciones y registros de la Guardia Civil, con apoyo de la Interpol, en hasta diez domicilios y en la sede de la Real Federación Española de Fútbol, dirigida actualmente y de forma interina por Pedro Rocha. El caso viene de lejos. Querellas por parte de la Escuela Nacional de Entrenadores de Fútbol en España (Cenafe) y de la Asociación Transparencia y Democracia en el Deporte, hace ya dos años, obligaron a los investigadores a poner la lupa sobre los contratos de la Supercopa firmados con Arabia Saudí y la federación y la empresa Kosmos, del exfutbolista Gerard Piqué, como intermediaria. Desde que se hicieron públicas las cifras y, sobre todo, tras los audios del compadreo entre el entonces presidente Luis Rubiales y Piqué, el asunto comenzó a oler mal. Rubiales, que de momento no ha sido detenido por estar fuera de España, siempre ha suscitado sospechas con determinadas actuaciones y decisiones al frente de la federación que congrega más poder del deporte español.

Más allá del indecoro, inoportuno y barriobajero beso a Jenni Hermoso en la entrega de trofeos tras ganar el Mundial femenino, el comportamiento del expresidente ha estado siempre en cuestión. El éxito en el campo de la selección masculina, con dos Eurocopas y un Mundial, y los incontables triunfos de las categorías inferiores encumbraron aún más a un deporte y a un estamento, la federación, que explotó todo contrato de marketing y buscó el dinero fácil, como el de Arabia, para engordar, supuestamente, las arcas de la federación. Rubiales siempre se ha considerado inocente e incluso una víctima, como ahora, que anuncia su vuelta a España para ponerse a disposición de la jueza del caso en un intento de blanquear su imagen.

Este tipo de organizaciones, ajenas a la administración pública, se rodean de acólitos, elegidos en función de los intereses territoriales, que ejercen el poder con formas totalitarias, sin los méritos de gestión y liderazgo que conlleva la responsabilidad de manejar altos presupuestos. Ni antes por el caso de Jenni Hermoso ni ahora con la UCO provocando un terremoto en la cúpula de la federación son capaces de demostrar cierta dignidad, dando un paso atrás para regenerar la imagen de una federación desprestigiada desde hace tiempo. Este episodio de supuestos hechos delictivos de cobro de comisiones debe servir para celebrar, cuanto antes, unas elecciones que restauren los valores a los que debe estar ligado el deporte en todas sus vertientes. Sobre todo, porque en unos años, España organizará el Mundial. Y, de momento, no es la mejor carta de presentación ni de representación.