Luciano Spalletti tiene la cara y la mirada de ese secundario con tanto magnetismo que termina con papel principal. Es un 'currela', un enamorado del fútbol y uno de los abanderados de este nuevo 'calcio' que pretende erradicar la pierna dura y el aburrimiento. Hay voces contrarias, voces con autoridad y peso histórico, que reclaman un regreso a los tiempos del 'catenaccio', el 0-0 como mal menor… pero tipos como Spalletti en el Nápoles, Gasperini en el Atalanta, Sarri ahora en la Lazio, Sottil en el Udinese, etcétera, intentan abrir las ventanas en un juego que olía a habitación cerrada. Y a veces, el invento funciona.
Spalletti, viejo profesor de 63 años, tiene al Nápoles en lo más alto del estante donde se exhiben las piedras preciosas del fútbol continental. Un bloque que arrancaba la temporada a larga distancia de Milan, Inter o Juventus (incluso por debajo de Atalanta o Roma en los pronósticos) y que ahora lidera la Serie A; una plantilla que perdió a tres pilares como Koulibaly en defensa, Fabián en la creación y Milik, Mertens e Insigne en ataque, que apenas gastó un 60 por ciento de lo ingresado… y que con una inversión en clase media ha logrado el más alto de los peldaños en Champions: pleno de victorias con baño al Ajax (1-6), baño al Liverpool (4-1) y baño al Rangers (0-3).
Con un método basado en la exuberancia física y en el ataque en tromba, el entrenador transalpino ha confeccionado un equipo que enamora. Ver al Nápoles es pura diversión: en cada ofensiva sobre la portería contraria empiezan a aparecer delanteros, llegadores de segunda línea e incluso de tercera (laterales, algún central) hasta crear superioridades incluso dentro del área rival. Un planteamiento temerario que, bien trabajado -el mantra es: «todas las jugadas se finalizan, no se cometen errores… y, si se cometen, se corrigen inmediatamente»-, ha dotado al equipo del sur de Italia de una personalidad amena y magnética.
Milagro en Nápoles - Foto: ALBERTO LINGRIAEl Diego Armando Maradona es una fiesta prácticamente cada semana. Allá en la Fuorigrotta, el barrio donde se edifica el viejo San Paolo, Spalletti ha logrado una caterva de fieles que ya llenaban el estadio (55.000 devotos) en una de las gradas más calientes de Europa, pero ahora, además de entregarse pasionalmente a sus colores, los devotos del Napoli se divierten. No pierden desde abril (un 2-3 ante la Fiorentina) y han aprendido a querer rápido a nuevos ídolos.
Llegadas silenciosas
Algunos de ellos llegaron (para triunfar) de forma sorprendente. A las salidas de postín, el cuadro sureño respondió con llegadas extrañas y 'silenciosas': su mayor gasto (18 millones) fue en Min-Jae Kim, un central coreano de 25 años que procedía de la Liga turca; invirtió 15 en Frank Anguissa, un mediocentro que precisamente no había triunfado en el Fulham; pidió la cesión de dos atacantes (Raspadori y Gio Simeone) a equipos inferiores como el Sassuolo y el Hellas Verona, y gastó 10 millones de euros en un muchacho georgiano de 21 años que era casi un completo desconocido y en apenas tres meses de exhibición ya es una de las perlas más cotizadas de Europa: Khvicha Kvaratskhelia.
Esos nombres se han unido a un equipo de autor coronado por Victor Osimhen, la gran perla del fútbol nigeriano (apenas 23 años, con un valor de mercado de 65 millones), pero arrastrado por Zielinski, Lozano, Di Lorenzo, Politano, Lobotka… Ninguna gran estrella, pero muchos futbolistas de talento y sacrificio alrededor de una idea común: dominar los partidos esté quien esté delante (este curso, por el momento, son 12 encuentros con 10 victorias y dos empates). El milagro (o no tanto) de Spalletti sigue vivo. Puede que los grandes presupuestos terminen imponiendo la lógica, pero, de momento, el entretenimiento de un fútbol eléctrico sin complejos ni ataduras tiene premio.