Alberto Palacios Lázaro

Alberto Palacios Lázaro


¿Y si es hoy?

30/06/2023

Uno se levanta con ese gusanillo que lo hace tan especial. La cabeza pronto empieza a proponer las más bellas estampas. Tras la ducha, delante del espejo comienza el mayor despliegue de poses. El tarareo que se acaba de instalar no se irá hasta bien entrada la noche. Mágica, si todo va bien. «¿Y si sí? ¿Y si es hoy?». El vermú tiene algo diferente. El sol aprieta e ilumina más de lo normal. En las calles reina un ambiente impagable. Hay una liturgia por cada persona, pero predominan dos modelos. Están los que prefieren irse a casa a templar nervios y a bajar la comida con una siesta reparadora. Los otros, en cambio, lo quieren todo seguido. Eso es porque el acongoje no les deja ni sentarse. También es verdad que el reloj de los 'caseros' empieza a quemar en la muñeca al poco de tocar el sofá. Queda mucho, pero una fuerza mayor determina que es la hora de ponerse en marcha. Por la calle, un reguero de recién maqueados de todo origen, condición y opinión baja al centro. El silencio de la calurosa tarde estival se rompe según se acercan al centro neurálgico. Allí, desde hace rato, ya esperan los del todo seguido. «Hombre, cuánto tiempo», «a ver cómo se da», «seguro que vemos más de lo mismo», «pues yo vengo ilusionado, chico». Y, en este momento, los sentimientos se desbordan. Se echa de menos al padre que no se perdía ni una, al abuelo que hizo de cicerone y a aquellos que, tras una maldita tarde, entraron pero jamás salieron. Entre la riada de saludos, abrazos y reencuentros, uno se topa de frente con la eternidad en forma de Coliseo. Antes se hacía a mano, pero ahora es un impersonal aparatejo confirma que la entrada es válida. Y en ese instante, como si de una plaza de Schrödinger se tratase, uno se da cuenta de que, por un momento, todo es posible. Indultos, orejas y rabos, las verónicas más despaciosas de Historia, el toro que se arranca desde los medios y no deja de empujar ni en el tercer ni en el cuarto puyazo pegado en todo lo alto. Se desmonterarán los mejores y más valerosos banderilleros y lidiadores tras asomarse al balcón y cuidar al toro en el percal. La muleta será una eterna aspa de molino. Y el de los rizos negros, con sus astas tan impolutas como imponentes, será un Quijote incansable, dispuesto a seguirla hasta una extenuación que jamás llegará. 
Se ligarán los muletazos en redondo, el último pase de pecho durará hasta el Lunes de Bailas y los trincherazos, bien por abajo, harán que el toro habilite una nueva entrada al parking. En ese momento, uno se da cuenta del tapón que está generando en el acceso al tendido de sol y sombra. Ya casi es la hora. Toca acomodarse en la piedra, guardar la ya amortizada entrada, tomar aire y pensar: ¿Y si es hoy?