Abre la residencia literaria La Casa de Cihuela

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El retiro literario La Casa de Cihuela empieza a alojar a los primeros escritores en Cihuela, un pueblo soriano de cuarenta habitantes censados

Abre la residencia literaria La Casa de Cihuela

Escribir, leer, inspirarse y conversar son algunos de los pilares de los elementos cuyos huéspedes, venidos de ciudades como Madrid, Barcelona o Zaragoza, buscan esta residencia literaria que acaba de abrir sus puertas en el pueblo soriano de Cihuela, en el corazón de la España vaciada.

 

Todo tiene un comienzo. No hay libros sin palabras, ni palabras sin letras, ni letras sin ideas. «La Casa de Cihuela es la casa de todos; el punto de partida para aquellos que empiezan a escribir su libro; el lugar para pulir el borrador que se empezó en la ciudad; el sitio donde llenar las páginas», afirma Álex Herrero, el anfitrión, quien dirige una editorial, forma a profesionales del sector del libro, divulga sobre lengua activamente en medios de comunicación y, por supuesto, escribe.

Abre la residencia literaria La Casa de CihuelaAbre la residencia literaria La Casa de Cihuela

 

Esta residencia literaria reúne, durante todo el año, además de autores de todos los géneros, a apasionados de la escritura y a profesionales de las letras y de la cultura. La filosofía de la casa es que un escritor es aquella persona que escribe, independientemente de que haya publicado o no, por eso no tienen en cuenta este factor a la hora de admitir a sus huéspedes. 

 

La Casa de Cihuela son tres casas en una que se fueron fusionando a lo largo de su historia. En este momento, están habilitados más de 300 m2, y la distribución de las estancias, que respeta la distribución centenaria, está pensada para que cada huésped cuente con una zona de trabajo —propia o compartida—, además de disfrutar con el resto de escritores en los espacios comunes, como los distintos salones, la sala de tertulias-cine, la cocina o el comedor-biblioteca.

 

Respecto a su ubicación, el retiro literario está situado en la plaza de la calle del Olmo, un lugar excepcional que permite que se pueda ver desde las ventanas tanto los restos del antiguo castillo y la iglesia como la montaña.