El Gobierno se felicita todos los meses de los "buenos" datos que se publican sobre el mercado de trabajo. Da un cierto pudor escuchar a la ministra de Trabajo aplaudiéndose por los datos de empleo y paro. Este marzo también. Sin embargo, las estadísticas que nos ofrecen ya no son comparables ni con las que ofrece la oficina estadística europea, Eurostat, ni con la serie histórica del propio SEPE. El volumen adquirido por las contrataciones de fijos discontinuos ha distorsionado cualquier análisis riguroso de los datos. Nadie se fía y, aún reconociendo que se crea empleo, los peros a qué tipo de empleo nos referimos son muchísimos. También a qué estamos considerando parados.
Si únicamente el 24% de las personas de entre 15 y 24 años tiene un empleo ¿podemos felicitarnos? Un informe de Funcas publicado esta semana añadía que las personas que buscan activamente un puesto de trabajo desde hace más de un año son el 4% de la población activa, el doble de la media europea. Además, 6 de cada 10 empleos que se crean son temporales o fijos discontinuos, cuya cifra se acerca a los 800.000 y no a los poco más de 50.000 de los que habla Yolanda Díaz.
Ya la semana pasada hablábamos aquí del estudio del Instituto Juan de Mariana que cifra el paro real en España en el 15,8% de la población activa y no del 11,8% que es la cifra oficial. Hay, por tanto, 3,9 millones de desempleados en España y no 2,8 millones como aseguran las estadísticas que publica el Gobierno. Otro aspecto del que se habla poco y que se viene produciendo desde que entró en vigor la reforma laboral de la vicepresidenta segunda es la caída de la duración media de los contratos, del volumen altísimo de las jornadas a tiempo parcial o del pluriempleo por necesidad, obviamente.
No parece que analizando las tripas de las estadísticas haya mucho que celebrar. Hay que hablar de salarios, sí, pero también ser conscientes de que de cada 1.000 euros que paga la empresa al trabajador, 400 son costes laborales. Hay que tener presente, además, que este año, por ejemplo, para cubrir el enorme hueco de ingresos del sistema de pensiones, las cotizaciones han subido tanto la parte que pagan los trabajadores como la de los empresarios. Hay que ser consciente de la realidad y buscar soluciones. Hacerse trampas en el solitario no parece lo más recomendable.