César Millán

César Millán


Jesús Bárez

18/02/2024

Conseguir en el día de hoy que una ciudad tenga un nivel cultural alto no es difícil; pero lograr que sus habitantes lo vean como algo normal, que participen en él y cada día busquen nuevas experiencias, sí. Todo eso lo ha logrado, con sencillez y trabajo, mucho trabajo, Jesús Bárez, hasta tal punto que para todos se ha convertido a lo largo de estos últimos años en un compañero más en cualquiera de los actos que, repartidos a lo largo del año, han hecho de Soria una ciudad con un latir cultural muy alto, a pesar de lo que digan estudios incapaces de ver más allá de las grandes plataformas. Saberse rodear de profesionales, motivar a diestro y siniestro, recoger propuestas y echar horas, muchas horas, han hecho que Jesús pintase la cara de una pequeña ciudad, logrando no solo que los sorianos disfruten de un amplio surtido de propuestas, sino que aquellos que nos visitan sientan una 'sana' envidia. Pero sin duda alguna ha sido el trato personal, sus conocimientos, su humanismo y  su bonhomía, el mejor regalo que nos ha hecho a quienes en muchos momentos hemos compartido experiencias. Disfrutar de una exposición, de un teatro, de un concierto han sido tan importantes para Jesús como una sencilla charla, una cerveza o un café. Sus buenas palabras, su sonrisa y su saber estar lograba que muchas barreras se allanasen y lo que en un momento era una simple idea se convertía casi por arte de magia en un proyecto y en una actividad abierta a todos aquellos que lo quisiesen. Y es que ese era su proyecto vital, que la cultura, partiese de donde partiese, y perteneciese a cualquiera de sus ramas, llegase a todos; que cualquiera de los sorianos o visitantes pudiesen disfrutar en igualdad de condiciones del 'espectáculo', que saliese de casa para sentarse en el patio de butacas, en las sillas o en cualquiera de los espacios que se disponían en nuestra ciudad.
Y todo con humildad, como si la cosa no fuese con él, como si el trabajo lo hiciesen otros, haciendo que el teatro, la danza o la literatura resultasen algo tan cotidiano como un concierto o un pasacalles. Y siempre desde el conocimiento, desde la búsqueda de lo más destacado para la ciudad, convirtiéndose él en un primer espectador para comprobar lo que era o no adecuado.  Disfrutar de su compañía, de su conversación, de su sabiduría han sido uno de esos regalos perennes que nos hacen más humanos, que logran borrar parte de esa dolorosa ausencia y que demuestran lo que verdaderamente vale la pena. Haber compartido instantes con «un hombre bueno» deja un poso difícil de borrar y consigue que una sonrisa recupero esos momentos intensos llenos de vida. «¿Qué vamos a hacer ahora?», me preguntaba una de sus grandes amigas y colaboradora, pues seguir con lo que él nos dejó, disfrutar de la cultura y de todo lo que nos ha ido regalando estos años.
¡Gracias, Jesús!