Laura Álvaro

Cariátide

Laura Álvaro

Profesora


Habemus gobierno

25/11/2023

Tras casi 4 meses desde las elecciones, la pasada semana Pedro Sánchez consiguió los votos suficientes para ser investido presidente, pactos y polémicas mediante. Además, esta semana hemos conocido todos los nombres propios de ministros y ministras. Permítanme que evite el terreno pantanoso, y en lugar de hablar del acuerdo con Junts quiero dedicar estas líneas a desgranar el firmado con Sumar, más concretamente una de sus medidas estrella: la semana laboral de 37,5 horas. 
España es un país tremendamente presencialista en lo que a horas en el puesto de trabajo se refiere. Esta claro, y vaya por delante, que entiendo perfectamente que hay profesiones donde, obviamente, tiene que ser así -comenzando por la docencia, la experiencia del confinamiento reforzó la idea de que la única manera de enseñar, al menos en las edades que abarca la Educación Obligatoria, es cara a cara-, pero también es verdad que cuesta eso de no aferrarse a un horario de oficina, y parece que seguimos asociando el permanecer más horas con realizar mejor la tarea asignada. Citando de nuevo los tiempos de pandemia, esta situación tan extrema propició cambios transcendentes, la realidad de una flexibilidad laboral temporal y física parecía más cercana y acertada que nunca. Pero las aguas volvieron a su cauce, poco a poco, y finalmente aquella intención se quedó en nada. ¿Cuáles son las ventajas de repensar los tiempos laborales?
Desde la sociología del trabajo se habla mucho de confundir el estar físicamente en el puesto de trabajo con el conseguir resultados. Pero ya se ha demostrado en numerosas ocasiones que la productividad está reñida con las jornadas maratonianas, así que no es ninguna locura comenzar a plantearse la reducción de las mismas, manteniendo el salario de las y los trabajadores. Menos tiempo en el puesto de trabajo implica un mayor tiempo de descanso, lo que redundaría sin ningún lugar a duda en una mejor salud del colectivo. Pero, además, también ofrece evidentes facilidades para la conciliación familiar. Y, por último, pero no por ello menos importante, el tiempo de ocio se incrementaría, con lo que ello podría suponer para el sector. Además, y esto es algo que comenzó a tenerse en cuenta hace ya más de cuatro décadas, cuando McGregor desarrolló las teorías X e Y de gestión de recursos humanos, el compromiso de la plantilla respecto a los objetivos de una empresa es intrínseco y vinculado a la consecución de logros, por lo que el trabajar en base a las tareas a realizar, más allá de un horario establecido, y dándoles cierta libertad para la gestión de sus tiempos, es una alternativa más que viable. 
A priori, parece que todo son ventajas. ¿Cuáles son los argumentos de las voces en contra? Uno de los más potentes hace referencia al mantenimiento del salario, alegando que si se trabaja menos tiempo es a cambio de reducir la paga. No obstante, si retomamos lo anteriormente señalado, lo cierto es que el dinero que se gana no debería establecerlo el horario, sino la consecución de los objetivos propuestos. Otro de los contras habla de la dificultad que supondría cuadrar estos nuevos horarios para aquellos puestos de trabajo que requieren presencia de su plantilla. Sin duda las experiencias que se han puesto en práctica han resultado positivas, salvando todas estas dificultades. Así que, ¿por qué no darle una oportunidad a eso de trabajar para vivir en lugar de vivir para trabajar?