Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Escúchame

19/05/2024

Escuchar es poner atención a lo que se oye. En contraposición a oír, que es el acto involuntario de percibir sonidos a través del oído, escuchar requiere un esfuerzo, una intención de atender, de comprender. Como dice el prestigioso psiquiatra clínico Benito Peral: «La escucha es un proceso activo, que requiere una determinada actitud y aptitud para la sintonía con el otro. La buena escucha crea un clima de empatía, de cordialidad y de autenticidad, en el que es posible percibir el marco íntimo de referencia de la otra persona. Para ello hay que llevar a cabo el «como si», ese ponerse en el lugar del otro. La escucha no es solo auditiva, hay siempre un lenguaje no verbal, analógico, que le llaman los expertos, que acompaña al lenguaje verbal, digital para los pedantes». 
Todo esto viene a cuento de varios acontecimientos que se han concatenado en las últimas semanas a este respecto, y me han llamado la atención. Por un lado, hace un mes que el bueno de Damon Albarn, cantante de los míticos Blur, se enfadaba con el numeroso público del concierto que ofrecieron en Coachella tras animar a cantar sus legendarias canciones en varias ocasiones, porque se encontró a un público bastante mudo que desconocía las letras y hacía caso omiso. Al margen de que seguramente mucho público joven desconoce los grandes éxitos de la banda británica que triunfó en los 90, no parece un fenómeno aislado el hecho de que la gente acuda a los festivales más por aparecer en Instagram que por escuchar a un grupo o a otro en directo, por míticos que sean.  
Por otra parte, recientemente leí una tribuna de Azahara Palomeque en un periódico nacional titulada 'Todos idiotas' en la que relataba cómo el uso de los móviles ha mermado nuestra capacidad de atención, la de todos, no solo la de los jóvenes. La dopamina digital nos resta habilidad cognitiva, es un hecho, porque nos abandonamos al visionado 'random' de vídeos en vez de realizar el acto consciente de leer un texto con atención, algo que cada vez nos cuesta más. Lo mismo nos ocurre con la escucha activa, la de atender a otra persona, sin estar pendiente del móvil, sin usarlo para mostrar alguna intrascendencia, sin mirarlo de reojo, aunque se continúe oyendo (que no escuchando), alterados por la vibración de un mensaje que siempre parece ser urgente, y casi nunca lo es.
Palomeque señalaba, y no puedo estar más de acuerdo, que, si no somos capaces de escuchar a alguien que tenemos al lado mirándole a los ojos, poco nos va a importar lo que le ocurre a alguien al que no vemos. Y esta realidad no es más que una deshumanización progresiva, extremadamente peligrosa, porque denota una enorme falta de empatía. 
Una de las quejas más frecuentes hacia el colectivo médico, sobre todo, hacia los médicos de medicina general, otrora médicos de familia, es que ya no miran ni escuchan a los pacientes, sino que oyen a la vez que rellenan sus correspondientes informes. Quizá el diagnóstico y la prescripción sean las mismas, pero no la atención, tan importante cuando uno está o se siente enfermo. Aunque en este caso, la situación tiene que ver con la saturación de pacientes y el exceso burocrático, un sistema que no tiene en cuenta la necesaria escucha activa. 
La próxima vez que acuda a un concierto, a una charla, cene con alguien o atienda a una persona, trate de escuchar atentamente. Se estará mostrando como ser inteligente e inequívocamente humano.