Jesús de Lózar

Jesús de Lózar


La morcilla

16/03/2024

Había venido Diosco, Dioscórides Casquero Vega. Diosco era lo mismo que yo, ATC, Asesor Técnico Comercial, él en la Cámara de Huesca, yo en la de Soria. Habíamos organizado conjuntamente lo que en aquella época se llamaban Misiones Comerciales, visitas organizadas de grupos de comerciantes para aprender lo que se hacía en otras tierras, en este caso en Francia, con la colaboración de la Cámara de Comercio de Pau. La diferencia con las nuestras  era pasar de un mundo a otro. Allí gestionaban el aeropuerto,  la formación no se desarrollaba en un aulario, sino en un centro más parecido a un rascacielos que a otra cosa y la sede estaba en un palacio en el centro que se me asemejaba por su estética a nuestro Casino. Así que después de estas peripecias habíamos quedado en devolver la visita y vernos en Soria. Le habíamos invitado a comer en casa y mi mujer había preparado alubias con morcilla, que había comprado en el mercado. Sería 1981. Tuvimos que tirar la comida. Aquello era incomible. Sabía dulce. La morcilla tenía azúcar o canela o las dos cosas. Nos excusamos ante Diosco, bajamos a la plaza Mayor y sin reserva previa, algo imposible ahora, comimos en el Mesón Castellano.
En la vida se nos hubiera ocurrido que una morcilla fuera dulce, algo que parece habitual en aragonesas tierras. Y que asada está muy buena como postre. Pero con las alubias o un cocido pues como que no. 
Los ingredientes de la morcilla, la que hacen en la carnicería de la plaza Mayor de mi pueblo, la mejor morcilla de Burgos, o lo que es lo mismo, la mejor morcilla del mundo, son cebolla horcal, arroz del Delta del Ebro, manteca de cerdo de la raza Duroc, que tiene más grasa, sangre de cerdo, pimentón dulce y picante, sal, pimienta negra molida y un toque de orégano. La piel, de tripa natural de novillo. Todo manual. Solo utiliza la máquina para hacer la masa. El picado y el embutido, todo, se hace a mano. Con ingredientes de primera calidad y una producción artesana siempre está buena la morcilla, como debe ser, sosa, grasosa y picosa,  me dice este industrial carnicero que continúa una tradición de casi cien años, la cuarta o la quinta generación, como atestigua un contrato de sus antepasados y el Ayuntamiento de 26 de julio de 1930.
Está tan buena que siempre que voy a mi pueblo, que para variar suele ser en fin de semana, compro unas cuantas, 16, retractiladas, para regalarlas a los amigos de Soria a los que sé que les gusta. Tengo que encargarlas previamente porque me puedo encontrar, si no he avisado con antelación suficiente, que se han acabado. Porque solo las hacen en días determinados.  
La morcilla de Burgos es, para entendernos, como el torrezno, primos hermanos. Un producto tradicional, humilde, sin pretensiones, nada caro, pero que si está bien hecho y bien cocinado, disfrutas. Y más, con un buen ribera, como hicimos no hace mucho en el Club de Catas del Casino.
Hace como unos cinco años, hablando con David y Txomin les comenté, probad las morcillas de mi pueblo, que váis a ver que están muy buenas. Ahora se pueden probar en barra y están incluidas en la carta de La Cepa y ahí siguen. De otro pueblo, Quintanilla de Vivar, es la que se puede degustar en Erre que Erre de Valdeavellano de Tera.  No conozco más sitios en Soria para tomarla. Por cierto que un día, como en esta taberna anunciaban raciones le pregunté a mi nieta que si le gustaba la morcilla. No, no me gusta, me contestó. Me quedé de un aire. No me lo esperaba aunque es muy tiquismiquis con la comida. Un mohín, un hoyuelo en la barbilla y con su cara de bruja, sin mediar palabra, añadió: Me encanta.
P.D. En el número 1 de la lista de las personas a las que traigo, traía morcillas, está Jesús Bárez. Agradecido y siempre con una sonrisa. In memoriam.