Diez años del asesinato de Isabel Carrasco. El tiempo es el mejor revelador de imágenes y una década es tiempo más que suficiente para poder tener una imagen más o menos fiel de lo ocurrido. Una década, además, nos puede invitar a reflexionar por encima de la anécdota. Y concluir que lo ocurrido es una desgracia desproporcionada para una provincia como León, inmerecedora de un castigo de opinión pública semejante, ni una región como la nuestra, de suyo sosegada y pacífica.
Hay no obstante una versión de lo local que los acontecimientos de aquel mayo del 14 deberían llevarnos a desterrar: esa dinámica de enfrentamiento y hostilidad que genera un malestar y un conflicto que, desde la perspectiva de ciertas patologías, puede acabar en una tragedia. No es la primera vez que las cosas acaban como lo hicieron en León. Pero es el peor caso que hemos padecido entre nosotros. La conclusión es que quienes ostentan responsabilidades tienen entre ellas la de tensar la cuerda sólo para engavillar intereses comunes y no para hacer prisioneros.
Isabel Carrasco fue una mujer empoderada. Presumía de eficiencia y ése era su objetivo. No tenía, sin embargo, muy claros los límites de la fuerza que la movía y a veces su frenada dejaba cierta cierta angustia de no saber si estaba parando a tiempo. Es el claro ejemplo de hasta qué punto los fines y los medios tienen que sincronizarse.
Fueron días muy difíciles, potenciados por una conmoción mediática sin precedentes por aquí. El juicio, con sus peculiaridades, sólo vino a corroborar lo singular de un acontecimiento que nunca estuvo en la agenda de nadie. Ése factor sorpresa y ése momento álgido quedarán para siempre en la memoria.
La vida de Isabel Carrasco fue destruida como lo fueron varias familias por la extravagancia de una madre enloquecida y una hija atrapada por la voluntad de quien, queriendo defenderla, la envió a la cárcel y le destrozó la vida. Fue una inmensa desgracia para toda la sociedad que hoy puede darse por superada. Una hecatombe que en cierto modo ha servido de vacuna. Diez años que han pasado en un suspiro.