Septiembre es el nuevo enero. No sé si nuevo, pero lo cierto es que es un mes de comienzos. Es el mes en el que nos apuntamos otra vez al gimnasio, a las clases de inglés y de guitarra, planificamos viajes futuros y nos proponemos comer menos y mejor, dejando atrás los atracones y cervecitas veraniegas. Es el mes de los nuevos propósitos. Queremos empezar bien el curso, organizados, con mejores hábitos, con la esperanza puesta en que nuestra voluntad doblegará la pereza, la desidia, la inercia que nos hace caer de nuevo en las viejas rutinas, que nos pesan, pero de las que a duras penas podemos escapar. Relájense. Es humano hacerse un hueco en el sofá de la zona de confort, donde estamos calentitos y seguros. Al fin y al cabo, fuera hace frío y llueve con fuerza y a veces no hay otra que salir a la calle.
Hoy de nuevo retomo esta sección que me brinda El Día de Soria con el candor nunca perdido de entretenerles durante esta lectura, si acaso darles a conocer alguna cosa, alguna bisutería de pensamiento y la posibilidad de reflexionar sobre algún asunto que toque, siquiera tangencialmente, esta loca actualidad que nos arrolla. Ya dice mucho de ustedes que dediquen un tiempo a leer un periódico y su sección de opinión local. Son héroes y heroínas, ténganlo claro.
Y como les tengo en mucha consideración y les imagino como personas muy bien formadas e informadas, no les voy a aburrir con alguna nueva opinión sobre Rubiales, sobre cuyo caso se ha escrito ya todo y ya tendrán su propia idea. Solo un apunte en este sentido. A duras penas, a trompicones o como sea, las sociedades tienen que avanzar, tienen que intentar ser mejores y más justas, aunque dé miedo, aunque cueste desprenderse de las viejas pátinas. Me quedo con la cantidad de personas que han visto un abuso cuando hace unos años este asunto no hubiera pasado de una anécdota sin repercusión. Hemos cambiado, teníamos que hacerlo y tenemos que seguir haciéndolo.
Y en ese mismo sentido, en la creencia de que la conducta y el compromiso de mejora individual puede tener su reflejo en toda la sociedad (en un parte, al menos) y que lo suyo es intentarlo, un buen propósito de nuevo curso sería el de aumentar la cordialidad. Varios estudios universitarios recientes sobre los efectos de la amabilidad y la solidaridad, tanto superficiales, como actos con más profundidad moral, sugieren que mejoran nuestro nivel de oxitocina y nuestra salud. Fíjense. No solo ser amable es positivo para nuestra psique y para nuestro cuerpo, con parecerlo, sería suficiente. Y de paso, neutralizamos esta polarización y odio que inunda, sobre todo, las redes sociales.
Quizá en pocos meses siga pagando el gimnasio sin aparecer por allí, o vuelva a dormir menos horas de las que se había propuesto, pero intente, al menos, comenzar a ser un poco más amable con los que le rodean y, en un alarde de empatía, ponerse en su piel de vez en cuando. Su salud puede mejorar, y de paso, la de toda la sociedad. Será, al menos, un buen comienzo. Yo prometo intentarlo.