Laura Álvaro

Cariátide

Laura Álvaro

Profesora


Educar para la paz y la igualdad

11/03/2022

Estas últimas semanas, como respuesta a la triste actualidad bélica, he leído en las redes sociales una cita de la pedagoga italiana María Montessori que rezaba tal que así: «Todo el mundo habla de paz, pero nadie educa para la paz, la gente educa para la competencia y este es el principio de cualquier guerra. Cuando eduquemos para cooperar y ser solidarios unos con otros, ese día estaremos educando para la paz». Sin duda, la cita me ha hecho reflexionar sobre la práctica docente diaria de cualquier centro educativo, ¿es verdad que no educamos para la paz? La respuesta a esta cuestión no es ni mucho menos sencilla. Al contrario, diría que es de las más complicadas que, como docente, me pueda plantear. Y es que hay muchas claves que construyen esta educación para la paz. En primer lugar, y aunque precisamente sea poco adecuado decirlo en una semana como esta, la celebración de efemérides a veces nos lleva a quedarnos exclusivamente con el trabajo de unos determinados contenidos o valores en los "Días de", con el correspondiente riesgo pedagógico que conlleva: el alumnado lo entiende como algo puntual y extraordinario, sin llegar a transversalizarlo e incorporarlo a su día a día. Es por ello por lo que hay que dedicarle esfuerzo y atención a diario, en cada materia y en cada actividad que realicemos en el contexto educativo, porque si no será complicado lograr nuestros objetivos. Por ejemplo, y ya que este pasado martes las aulas se llenaron de color morado y referentes femeninos, es fundamental que la coeducación se tome en serio en el panorama escolar, analizando con perspectiva de género todas y cada una de nuestras prácticas docentes. 
¿Cómo más podemos educar en la paz? Pues, aunque sé que esta opinión contará con sus detractores, creo que es fundamental que, desde la infancia, seamos conscientes, por un lado, de las injusticias del mundo; y, por otro lado, de la infinita suerte que tenemos al haber nacido en un país rico, próspero y con un Estado de Bienestar que, aunque a veces se le vean las costuras, podría ser calificado de excelente. Y, en este proceso de quitar vendas de los ojos, nos ponemos en la tesitura de tener que cruzar ciertas barreras, y ser quizás más explícitos de lo que solemos ser con la infancia. Según mi parecer, en ocasiones es necesario herir ciertas sensibilidades en pro de despertar la conciencia social desde la primera edad. Y es que quizás nuestros niños y niñas crecen sin ser conscientes del horror de las injusticias más atroces que nos rodean a no tantos kilómetros de distancia. Y, en base a este desconocimiento, se frivolizan y se les resta importancia: hace unos días, dos de mis alumnos jugaban a pelear entre ellos copando los roles de Rusia y Ucrania respectivamente, infantilizando y normalizando algo tan horrendo como la guerra. 
En los centros educativos prestamos atención a un amplio abanico de contenidos fundamentales y necesarios para un posterior correcto desarrollo de nuestro alumnado en su vida adulta. No obstante, a veces es necesario sacrificar parte de esos conceptos básicos en pro de conformar un pensamiento crítico real y justo, con capacidad transformadora. Solo así, introduciendo los valores de forma transversal lograremos una futura sociedad más equitativa y más tajante con las desigualdades, que pueda ser el principio del fin de las guerras. 

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