Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Echarle imaginación

03/10/2020

Cuatro gatos. Eso dicen las proyecciones del INE sobre lo que quedará de población en Soria en 15 años, un 7% menos de lo que hay ahora, que ya es una miseria en términos cuantitativos. Lejos queda la cifra de los 90.000 habitantes, que, aunque solo fuera por aquello de que cabríamos todos en el Nou Camp, ya resultaba significativo. La sangría poblacional no se centra únicamente en Soria. En el conjunto de Castilla y León el retroceso sería de un 10%. La provincia soriana no está entre las diez provincias del país que más población perderían, una clasificación en la que están presentes otros cinco territorios de la Comunidad con Zamora a la cabeza (-17%) seguida de León (-13). También están entre esa decena Palencia, Ávila y Salamanca. Por el contrario, el conjunto de España ganaría un millón de habitantes, a cuenta de la inmigración, porque no parece que la natalidad vaya a salvarnos de esta. 
Una vez más, las previsiones hablan de que la España vaciada estará más vacía y las grandes ciudades más llenas, aunque, a decir verdad, el año más extraño de nuestras vidas nos ha demostrado que no hay nada inamovible, ni siquiera en los países más privilegiados del mundo. La realidad es cambiante, nos afecta de manera global y no estamos preparados para ello, así que las proyecciones, que hasta ayer parecían verdades irrefutables, hoy puede que no sean más que titulares llamativos.   
Desde que la pandemia nos demostrara que vivir confinados en un pueblo es mucho mejor que hacerlo en una gran ciudad, estamos asistiendo a un cierto giro de mirada hacia lo rural como una posibilidad de vida más lógica, más acorde con el ser humano en los tiempos inciertos que nos está tocando vivir. Y también una forma de tener un techo sin dejarse el sueldo y la vida en ello. El tiempo dirá si la tendencia se consolida o ha sido el espejismo recurrente de una sociedad asustada. En mi opinión, el salto hacia la ruralidad sigue dando mucho vértigo y también es complicado vencer la idea de que solo las ciudades representan el progreso y la idea utópica del éxito social y laboral. Pero aceptemos que sí, que hay personas que ya se han convencido y buscan una nueva forma de vida y de relación con el resto de seres humanos, con el entorno y con el trabajo. Y aquí es donde volvemos a la paradoja de siempre. Las zonas despobladas que necesitan gente no están preparadas para su llegada. En otras ocasiones me he referido a la conectividad, clave para la repoblación, y hoy hablaré también del segundo gran problema: la vivienda. Hay casas vacías en los pueblos, el problema es que seguirán vacías y hundiéndose si no se toman medidas. 
Esas medidas necesarias morirán en el sueño de los justos si esperamos a un pacto de Estado contra la despoblación. Es necesario que las provincias, los ayuntamientos se pongan manos a la obra, dotándose de un marco legal que les permita forzar de alguna manera que las casas vacías puedan habitarse. La cuestión es compleja, pero no imposible. Esta misma semana escuchaba ejemplos en un programa de radio sobre soluciones imaginativas, como alquileres a cambio de mejoras en la vivienda, o subidas selectivas del Impuesto de Bienes Inmuebles a las casas desocupadas. Siempre hay vías destinadas a romper la ilógica de que haya gente buscando techo y viviendas sin dueño, ciudades llenas de gente que necesita espacio y enormes vacíos poblacionales.