Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


La hora de las empresas

24/04/2021

Leía esta semana un artículo en un periódico nacional que me llamó la atención. Quizá fuera que no hablaba sobre el coronavirus o las elecciones madrileñas, o quizá fuera porque vino a corroborar una idea a la que últimamente le doy vueltas. Hablaba de que se está extendiendo entre las grandes corporaciones mundiales la práctica de pagar bonos a sus cargos directivos a cambios de objetivos ‘verdes’. Al parecer, la presión de inversores y clientes está haciendo virar la política de compensaciones, que ya no se mide únicamente en logros económicos. La reducción de la huella de carbono, objetivos medioambientales, soluciones más sostenibles, entre otras, están apareciendo ya en los sistemas retributivos de la alta dirección empresarial. Los fondos de inversión son lo que están forzando a las grandes empresas hacia este tránsito medioambiental en las retribuciones, presionados a su vez por los inversores que se inclinan por las firmas que tienen la sostenibilidad entre sus fines.
También hace mucho tiempo que la Responsabilidad Social Empresarial de las compañías, especialmente las de mayor tamaño, responde a una exigencia de la sociedad, cada vez más comprometida con los valores de la sostenibilidad. Las empresas saben, además, que bien gestionada de manera estratégica y ordenada, esa responsabilidad se convierte en una herramienta competitiva que dota a la empresa de una marca de excelencia que la distingue del resto. Las pequeñas y medianas empresas, mucho más pegadas al territorio, ejercen sus responsabilidades sociales de manera directa, ligadas en muchas ocasiones a valores personales de sus propietarios. Muchas de ellas, además, ya están cumpliendo con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y poniendo en práctica políticas de igualdad, de contribución a la mejora del medio ambiente, de retribuciones dignas, etc. Otra cosa es que se sepa comunicar convenientemente, de manera que suponga un valor competitivo para las pymes; una marca de cara a proveedores y clientes. Es una asignatura pendiente que habrá que ir corrigiendo.
Pero volviendo a las grandes compañías, las de los grandes números y las marcas que todo el mundo reconoce, sería muy positivo que su compromiso social se fijara en los territorios especialmente despoblados, como la provincia de Soria. Ligados al medio ambiente, pero también al equilibrio territorial y la igualdad de oportunidades, podrían desarrollar proyectos empresariales que aunaran objetivos sostenibles y económicos. Bastaría con que una de las grandes pusiera sus ojos en la zona cero de la despoblación de este país, invirtiendo en un centro de investigación, creando una iniciativa ligada al cambio climático y las nuevas tecnologías, apostando por nuevos talentos y por una transición hacia una conciencia empresarial ecológica, descentralizada y más justa. Nada habría más sostenible que rescatar un territorio del abandono y el olvido y colocarlo a la vanguardia en materia empresarial y seguramente podría resultar rentable a medio plazo. Pero hace falta una apuesta, un compromiso que sirviera de ejemplo y de acicate para un cambio de modelo.
Hasta ahora hemos puesto la mirada en la política, en las administraciones, y el éxito ha sido más bien escaso, porque la rentabilidad en votos también lo es. Quizá apelar a la responsabilidad social de las empresas sea más efectivo. Al fin y al cabo, estoy convencida de que el poder del consumidor supera, con mucho, al poder del votante.