Jesús de Lózar

Jesús de Lózar


Vedijas

07/11/2020

Mi padre trabaja en cueros, decía a mis amigos. Pero no corito, no desnudo. En la fachada de casa se adivina Cueros, pieles y lanas. En realidad, no trabajábamos el cuero, no curtíamos. Comprábamos pieles grandes de vaca, las salábamos en un cuarto oscuro, herméticamente cerrado, que vendíamos para curtir. Éramos pellejeros y laneros. Los viernes nos tocaba recoger en las fondas las pieles de los lechazos y conejos. No nos gustaba, porque chorreaban sangre y un olor que echaba para atrás, directamente nauseabundo cuando en el verano se tendían en alambres llenos enseguida de moscas. Lo nuestro era la lana. Comprarla por los pueblos con mi abuelo, el carro y la mula, mi hermano con mi padre en el Ebro Thames. La lana sucia valía menos y teníamos que lavarla en el río en canastas que pesaban mucho, metiéndola en el agua una y otra vez, la tendíamos en el prado de las Monjas, doblando el espinazo recogiendo las vedijas, que es donde estaba el beneficio. Lo que nos gustaba de verdad era jugar brincando sobre las enormes sacas en las paneras.

El negocio de la lana se hundió con las importaciones del norte de África y la aparición de la fibra artificial. Mi padre acumuló mucha lana a un precio muy alto y tuvo que venderla más tarde y más barato. Se arruinó. Pero todos tuvimos estudios universitarios.

El periodo de más esplendor de Soria, de más empuje demográfico, se debe a la lana. Los palacios de la ciudad, la arquitectura popular serrana, son una muestra de la riqueza de los merineros, de sus inmensos rebaños de ovejas. Una elite en su mayoría con escasa iniciativa y espíritu de empresa. La decadencia, la despoblación, en particular la desertización de Tierras Altas, tienen su origen en la crisis de este sector fundamental de nuestra economía. Tienen que venir de fuera a esquilar, obligados para que las ovejas no pasen mucho calor en verano. La lana no vale nada. No hay quien la compre. Nos queda, eso sí, la trashumancia como recurso turístico. Es posible que el cambio de paradigma que va imponer la pandemia impulse el trabajo al aire libre y haga atractivo el trabajo de pastor. Y una esperanza vana: grandes explotaciones de merinas en comandita con Zara merced a un jefe de ascendencia soriana que vea en la lana una oportunidad de negocio.