Fernando Aller

DESDE EL ALA OESTE

Fernando Aller

Periodista


No es ciencia ficción

27/10/2023

Los 27 ministros de la UE con responsabilidad en las telecomunicaciones se han reunido en León esta semana y, en esta ocasión por unanimidad, firmaron un documento que anuncia un mundo nuevo, un futuro paradójico, entre los avances espectaculares en favor de la vida y la utilización de los mismos descubrimientos para su propia destrucción. El objetivo del encuentro ha sido fijar criterios comunes para la investigación y la aplicación de la neurotecnología, si bien únicamente la que puede aplicarse al cuerpo humano de forma no invasiva. Se trata de «dispositivos ponibles, que pueden utilizarse para conectar nuestros cerebros a ordenadores (…) participar en mundos virtuales con los cinco sentidos o mejorar nuestras funciones cerebrales». La misma carta subraya el alcance de los «dispositivos y procedimientos utilizados para acceder, controlar, investigar, evaluar, manipular y/o emular la estructura y función de los sistemas neuronales de animales o seres humanos». Algunos de estos avances ya se utilizan desde hace tiempo, como la resonancia magnética, la electroencefalografía y la estimulación magnética transcraneal. El documento final del encuentro, el primero de la UE en esta vidriosa materia, bautizado como Declaración de León, advierte que, frente a sus enormes ventajas en el futuro, el uso de la neurotecnología «plantea problemas sociales, jurídicos, éticos de ciberseguridad y de salud». Ya en el año 2019 la Unesco advertía de los problemas que un desarrollo de la neurotecnología podía plantear desde el punto de la vista ético, un riesgo que se multiplica hasta límites hoy no evaluables, insospechados, cuando su aplicación confluye con la inteligencia artificial. Estamos ante un reto del presente, no del futuro, y de tal calado que los ministros reunidos en León han adquirido el compromiso de desarrollar campañas de información que impliquen a la gente sobre las oportunidades y riesgos de estos avances. No extraña esta última preocupación de los ministros. Sorprende que un asunto de tanto calado, que no es ciencia ficción, haya sido ignorado por las cadenas nacionales de televisión. Ahora importa más el morbo y lo truculento. La tele se ocupa de suministrarnos la correspondiente dosis diaria.