Silvia Garrote

JALÓN POR LA VEGA

Silvia Garrote

Periodista


Opinión pública

21/07/2023

Comienzo hoy con una confesión. Opinión pública fue la única asignatura de la carrera que suspendí y tuve que superar en septiembre. Hace ya una tira de años de aquello, pero una cosa así se queda grabada para siempre. Estudié aquel examen, como muchos otros, en modo 'intentar aprobarlo como fuera', pero no coló. Y estoy convencida de que el profesor, que nos suspendió en masa, nos dejó un margen para que pudiéramos leer aquel 'tocho' sobre la teoría de la opinión pública y su relación con los medios de comunicación de masas. Al menos, lo intentó. Conmigo resultó y terminé leyendo el libro, y me pareció muy interesante, además. Aquella investigación sobre la influencia de los medios en la opinión de todos en el siglo XX no llegaba a vislumbrar lo que ocurría en el XXI con la irrupción de Internet. Imagino que hoy ya habrá estudios que traten el tema, aunque aún se necesite cierta perspectiva temporal.
Hay cierto consenso entre las personas que han estudiado la opinión pública sobre su difícil definición. Su noción no fue utilizada como tal hasta la Ilustración. Previamente, la opinión, opinio en latín, hacía referencia a una forma de pensamiento distinto al de la verdad, porque en ella intervienen las costumbres y valores, una manera informal de aprobar o condenar. Lo público proviene de pueblo y se refiere a lugares de acceso común y, por asociación, a asuntos de interés general. Si el pensamiento liberal consideraba la opinión pública como un fin para el bien común, en el siglo XIX se unió al hecho de identificar ideas y corrientes que pudieran ayudar a ganar las elecciones. Con la llegada de los medios de comunicación masivos, se añade, además, la posibilidad de dirigir la opinión pública, la llamada teoría agenda setting. En ella se enfatiza el poder de los medios para atraer la atención del público hacia ciertos temas y crear su marco de interpretación; es decir, no nos dicen qué opinar, pero sí sobre qué opinar. Marcar una agenda a través de las noticias para que se creen corrientes de opinión en la que influyen muchas cosas: el nivel cultural, la necesidad de formar parte de un grupo, de orientación, la experiencia personal, el interés por determinados temas, etc. 
Con la llegada de Internet, los medios se multiplican, el casi anonimato permite perder las formas de una discusión razonada y argumentada, la información veraz se diluye y lo que es peor, importa poco. Con estas premisas, y ante unas elecciones como las que vamos a vivir, ¿qué es lo relevante?, ¿a qué podemos sujetarnos, si ni siquiera los hechos son importantes? Hoy en día, realmente podemos olvidarnos de los programas, las promesas electorales, las creencias. La opinión pública sentencia o encumbra a golpe de tweet según un candidato concluya un debate, haga un gesto fuera del guion o, simplemente, sea el centro de una historia alejada de lo que 'debería' ser, sea cierto o no. Da lo mismo. Nunca la opinión pública estuvo tan alejada de nuestras vivencias reales. 
Arrastrados por la corriente, porque prácticamente es imposible hacer otra cosa, olvide las supuestas razones y abandónese a la intuición y la corazonada, para estas elecciones y para muchas otras decisiones de la vida. La ciencia ha demostrado que dejarse llevar tiene mucho más juicio de lo que se pensaba y suele ser lo acertado.