Jesús Bachiller

Jesús Bachiller


Estrategia electoral y gestión política

10/06/2023

Somos todavía una democracia joven, aunque con suficiente experiencia como para entender la complejidad de la vida política, donde cada partido diseña sus estrategias para conseguir más apoyos que sus competidores. Esto conlleva un despliegue táctico en el que los mensajes se modulan en función de cada escenario. Nuestra joven democracia ha ido evolucionando desde un sistema más simple, con predominio del bipartidismo, a otro más complejo en el que se ha impuesto la fragmentación y la diversidad de intereses ideológicos y territoriales, obligando a los partidos a afinar sus tácticas políticas. Una consecuencia es la desaparición de las mayorías absolutas, que obliga a establecer estrategias de pacto. Esto significa que cada vez hay una mayor separación entre la programación electoral y la gestión política posterior. Para gobernar hay que consensuar un nuevo programa de gobierno y renunciar a parte del tuyo. Se hizo viral en su día la frase de Pedro Sánchez de que no dormiría por las noches si hubiera aceptado las imposiciones de Iglesias. Una estrategia para justificar una nueva convocatoria y concentrar voto, después de la histórica decisión de Albert Ribera. El nuevo resultado planteó una disyuntiva difícil: llevar al país a unas terceras elecciones o afrontar un complejo escenario de pactos. Estaba lejos un acuerdo entre los dos grandes partidos. Suponía todo un reto, porque no tenemos todavía una cultura de pacto, tanto dentro como fuera del gobierno. Y lo cierto es que la degradación que ha sufrido el ejecutivo en los últimos meses, con insólitas peleas en directo, junto a la aprobación de algunas leyes arriesgadas, han vilipendiado los éxitos de una gestión razonable en tiempos muy difíciles. Además, la ausencia de partidos de centro con amplia representación parlamentaria, obligan a que el pacto natural se traslade al extremo de un lado y otro del tablero político. Núñez Feijóo esconde actualmente los posibles pactos con VOX porque cree que le beneficia en las elecciones generales, aunque sabe que tendrá que pactar con él. ¿Cómo sería un más que probable gobierno del PP con VOX?
La estrategia electoral suele configurar una situación idílica, que nada tiene que ver con la realidad. Todos los partidos desean contar con una mayoría absoluta o suficiente para gobernar en solitario o prevén un comportamiento buenista del resto de fuerzas políticas, si no lo consiguen. La realidad es que la gestión política posterior es mucho más compleja. Los partidos tienen que responder ante sus votantes y defender legítimamente su entrada en el gobierno. Asimismo, las circunstancias geopolíticas, económicas o incluso físicas pueden cambiar y obligarte a modificar tu programa electoral. Quién iba a pensar que el actual gobierno se iba a encontrar con una terrible pandemia, la erupción de un volcán, una guerra en Europa, de enormes consecuencias, y una sequía como la que padecemos. ¿Qué programa de gobierno resiste eso?
Vivimos tiempos convulsos, en los que la política se ha vuelto más intolerante y teñida de ciertas dosis de populismo y demagogia. La gruesa aversión hacia partidos como EH Bildu, con el que el propio PP sigue votando leyes, arrojar sombras por algunos casos de compra de votos, ya olvidadas una vez ganadas las elecciones, o agitar el bulo de que España se rompe dirigen la política hacia el ámbito de las emociones más que al del argumento o la propuesta razonable. No se entiende que el PP tachara de ilegítimo al gobierno que salió de las urnas y se emplee con tanta dureza para desacreditar a su presidente, cuando quizá tenga que pactar con un partido al que el propio Sr. Feijóo acusó de practicar la anti política. Parece que todavía obtiene réditos en este país descalificar a alguien que destaca, habla bien inglés y ejerce un liderazgo internacional. Pero se equivocaría el PSOE si centra la campaña electoral en agitar el miedo a la ultraderecha y competir con el PP en quien activa mejor las emociones. 
Feijóo acertó en convertir las municipales y autonómicas en un plebiscito, al que respondió el presidente del gobierno; pero los debates que se plantean ahora son de otra índole, se juegan otros intereses y la respuesta de la ciudadanía puede cambiar.