Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Borraja y pavo

23/09/2022

Acabo de venir del supermercado. Lo típico, te faltan un par de cosas, pero te gastas exactamente 17,27€. Medio melón, 2,07€; 170 gramos de jamón York, 2,59€; una cuña de queso de 300 gramos, 4,57€; un kilo de arroz, 1,09€, una dorada de 600 gramos, 4,35€ y medio kilo de tomates cherrys, 1,99€. Total 17,27€.

En la cola de la pescadería, un hombre me ha confesado su truco para ahorrar. Compra los productos imperecederos que están en promoción, aunque  no los necesite, porque tienen una caducidad lo suficientemente amplia para consumirlos antes de que venza. Así que tiene en su despensa un montón de productos duplicados y triplicados,porque aprovecha el dos por uno o el tres por dos. En cuanto a los frescos, compra el que esté de oferta, si es que lo está, aunque no le gusten las borrajas ni el pavo que es precisamente lo que hoy ha encontrado a mejores precios. 

Según escucho al señor, me pregunto cómo es posible que la ciudadanía se dedique a pergeñar fórmulas para ahorrar en alimentación en vez de rebelarse porque la cesta de la compra se ha convertido en artículo de lujo.  En Castilla y León, en el último año, los precios han subido cinco veces más que los salarios. El empresario gana, el ciudadano pierde. Nos suben los precios porque las empresas no están dispuestas a asumir pérdidas. El empresario repercute en el precio final de sus productos el incremento del coste de la energía y la materia prima que necesita. Así que hoy, pagamos productos básicos como los huevos casi un 30 por ciento más caros que hace un año, la leche un 24,5 por ciento más cara o el aceite un 22 por ciento. Pero nos resignamos y como mucho nos quejamos en la cola de la pescadería o en la barra del bar (el que se lo puede permitir) de lo mucho que ha subido la vida. Me apena ese carácter conformista que mostramos ante esta crisis tan injusta para la ciudadanía. ¿Qué nos ha ocurrido para que seamos incapaces de reivindicar, de exigir, de batallar? Por mucho menos, la generación anterior hubiera salido a la calle a correr delante de los grises. Ellos se manifestaban así y arriesgaban su integridad física para pedir democracia, libertad. A nosotros nos toca pedir para comer. Ahora que ya no hay grises y que llevamos cuatro décadas de democracia, deberíamos desempolvar elpensamiento crítico y llevarlo a la práctica. Hemos perdido la capacidad de luchar por nuestros intereses. En vez de hacerlo, nos conformamos con comer borraja y pavo, aunque no nos guste. O con ir a la cola del hambre. Me gustaría ser partícipe de una revolución social no sé si a la altura de aquel ya lejano mayo del 68 francés. Quizá las circunstancias no son tan graves o el contexto temporal es otro, pero nuestro estado del bienestar pende de un hilo y debemos reaccionar de una manera más contundente que la de buscar fórmulas de ahorro en el supermercado.