Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


La cinta del cassette

18/06/2021

 Me siento como cuando de cría se me salía la cinta del cassette: rabiosa y optimista. Había que sacarla con delicadeza de los cabezales para que no se rompiera. Después de desenroscarla, a darle al BIC para que encajara dentro de la carcasa alrededor de los dos carretes. Yo no le llamaba cassette, yo le llamaba cinta. Me compraba cintas vírgenes y me grababa las canciones de la radio. Así que algunas las tengo en mi memoria con frases pisando el intro o sin inicio, porque le daba tarde a grabar. Otras tenían pegadas al final algunos segundos de publicidad de la cuña posterior, porque también le daba tarde a parar y luego ya me olvidaba de borrarlo antes de grabar la siguiente canción. También utilizaba las cintas vírgenes para grabar lo que me apetecía. Entrevistaba a mi familia, cantaba, cantaba muchísimo y hacía simulacros de presentaciones de programas de radio imitando a Jesús Hermida que entonces hacía las mañanas de Antena 3 que era la única emisora privada que se oía en Soria. La Cadena Ser llegaría mucho tiempo después. De niña también escuchaba los sábados en Radio Cadena Española a mi querido y admirado Chema Aparicio. Me encantaba su programa: los súper 20 radio joven. Tenía hasta su propia sintonía: otro sábado más, en Radio Cadena, otro sábado más, con tu amigo Chema. Era lo más su sintonía. 
Mi madre también me compraba algunas cintas originales. Tenía de Joaquín Sabina, de Gabinete Caligari, Michael Jackson. Mi tío Alfredo me regaló una de Mocedades y mi prima Ana me dejó una de Rocío Dúrcal: Fue tan poco tu cariño para mí. Que, por cierto, nunca le devolví. Pero a mí me gustaban las cintas vírgenes, porque podía jugar con ellas a grabar lo que me daba la gana. Jugaba con mi voz a decir lo que me pasaba por la cabeza. Un día tengo que buscarlas en casa de mis padres. Yo entonces no lo sabía, pero era creatividad en estado puro. Tampoco sabía en aquella época que podía utilizarla para crear y comunicarme con los demás. Para comunicarme desde la belleza de las palabras y del sentimiento que arrastran las palabras. Durante veintisiete años pude transformar esa creatividad. La deposité en un micrófono de color amarillo. Un día tras otro. Pum pum. Pum pum. Pum pum. Igual que el latido de un corazón. Tuve la suerte de poder convertir la creatividad, que desperté en las cassettes vírgenes, en una profesión. Y tuve la suerte de que mi profesión se convirtiera en el puente que me unirá para siempre con miles de personas. De la mayoría no sé nada, aunque en el fondo intuyo todo como nos ocurre a todas las personas creativas. 
Y como decía al principio, desde hace una semana, me siento un poco como cuando se me salía la cinta del cassette: entre rabiosa y optimista porque sé que podré desenroscarla  y con un BIC la encajaré en sus dos carretes para poder seguir grabando en ella lo que me dé la gana.