Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Un semáforo, un parque infantil, un hospital y un Mercadona

27/01/2023

Me conozco. Estoy segura de que si yo fuera una de los 13 alumnos del Centro Rural Agrupado (CRA) 'El Jalón' de Monteaguado de las Vicarías a los que recibió Mañueco esta semana en Presidencia, tendría un trauma crónico después de la visita. Soy así de sensible. El choca los cinco de Alfonso (Fernández Mañueco) en plan coleguillas, no tiene precio. Los chavales y las chavalas, con edades comprendidas entre los 4 y los 12 años, no olvidarán esta experiencia casi religiosa (el cutis de Mañueco me recuerda a las tallas de la imaginería castellana). No son listos ni nada los niños de Monteagudo a la hora de pedir. Son mucho más listos que los socios de gobierno que han vivido en primera persona cómo Mañueco, con el gesto torcido y el seso arrugado de tanto achantarse, les abortaba el plan antiabortista en todo el morro. Los escolares fueron ambiciosos, como deben ser los niños, y aprovecharon 'el choca los cinco' para pedirle a Alfonso, un semáforo, un parque infantil, un hospital y un Mercadona.  
En columnas anteriores, me había propuesto evitar la nostalgia, pero es que Mañueco me lo ha puesto a huevo. Tengo que rememorar algunos momentazos de mi infancia. Cuando yo tenía 13 años gané un concurso de redacción que convocaron las Cortes para conmemorar el primer aniversario del Estatuto de Autonomía de Castilla y León. El premio, como no podía ser de otra manera, una visita a Fuensaldaña, el castillo que poco antes se había convertido en la sede de la Presidencia del Parlamento Autonómico. Fuimos varias niñas desde Soria y también acudieron más escolares desde las demás provincias. Nos recibió el entonces presidente de la Junta, Demetrio Madrid. En aquel momento, a mis 13 años, no fui consciente. Fue después, mucho después; cuando me di cuenta de que el premio no fue el viaje, conocer el castillo o el lote de libros que nos llevamos (inolvidable, 'Un grillo del año dos mil y pico'). El premio fue conocer a Demetrio Madrid. No nos chocó los cinco. Nos hicimos una foto de grupo y nos hablaba, de manera individualizada, de nuestras provincias. El recuerdo que tengo de la impresión que me causó es que era un señor que sabía mucho. Mi memoria emocional no mantiene mucho más de aquel día. Ahora, desde la distancia y la experiencia que da la vida y una profesión como la mía, me reitero en la suerte que siempre me acompaña. Es una suerte conocer a un Demetrio Madrid a los 13 años, porque, aunque no soy psicóloga, estoy convencida de que fue enriquecedor para mi formación. No sé si podrán decir lo mismo, dentro de 38 años, los 13 niños y niñas a los que Mañueco, con su sonrisa que aún le ablanda más sus facciones, chocó los cinco. A pesar de que por mi profesión hubiera sido factible encontrarme con Demetrio Madrid, no he vuelto a tener la oportunidad de verle. Espero poder ponerle remedio.