Loli Escribano

SIN RED

Loli Escribano

Periodista


Hipocresía social

12/06/2020

La corriente antirracista que ha generado el asesinato de George Floyd pone de manifiesto, una vez más, la hipocresía social. Nos echamos las manos a la cabeza cada vez que vemos esas imágenes de baja calidad o escuchamos «I can’t breathe» cuando en nuestro día a día soriano podemos ser testigos e incluso cómplices de muchas situaciones de discriminación hacia los africanos. Hace una semana muchos pusieron el grito en el cielo porque en pleno confinamiento llegaron varios migrantes apenas dos días después de haber desembarcado de sus pateras en las costas almerienses. Y aunque las opiniones que circularon insistían en que no era cuestión de racismo sino de seguridad sanitaria, dudo que se hubieran molestado tanto si en vez de en patera hubieran llegado en un barco de lujo, con todos sus papeles en regla y con una cuenta en el banco llena de ceros. No nos molesta el color de la piel sino el status. Nos da mucha pena Floyd pero no nos da ninguna pena que los inmigrantes que llegan a Soria, a España, se vean abocados a vivir sin papeles, sin derechos, con unos trabajos sin contratos que ninguno de los autóctonos estamos dispuestos a desempeñar. Mientras se nos parte el alma viendo la rodilla en el cuello de ese hombre de color, no nos acordamos de cuando nos quejamos de que los inmigrantes se aprovechan de las ayudas del Gobierno español en vez de trabajar. Una manera sibilina de llamarles vagos, aprovechados y maleantes. 
La hipocresía social hace que utilicemos el término migrante o inmigrante para los que llegan de África o de Latinoamérica porque para los europeos o norteamericanos utilizamos otra expresión: extranjeros. La hipocresía social aún se hace más cruel cuando se trata de un adolescente negro residente en una ciudad pequeña como la nuestra. Cargan en sus espaldas con el estigma de la delincuencia solo porque su piel es más oscura que la de los García o Martínez, aunque igual que ellos hayan nacido en el Hospital Santa Bárbara. Ya he relatado en otra ocasión que en la pandilla de mi hijo uno de los chavales es negro como los ojos de Platero y si entran a algún establecimiento a comprar chuches o refrescos, si suena una alarma, les registran, pero no hacen lo mismo con la señora que espera detrás de ellos. El día que el chico de color no va en el grupo, no hay registro. Seguro que la persona que les obliga a enseñar sus bolsillos y mochilas hasta ha echado alguna lagrimilla por la memoria de Floyd. Hay más ejemplos de hipocresía social hacia etnias como la gitana. Lo arrastramos desde hace décadas. Aún recuerdo cuando de niños nos asustaban con que venían los gitanos y se nos llevaban. Qué lástima que a alguno o a alguna no se lo llevaran entonces, porque a mí toda esa hipocresía social se me lleva los demonios.